HABÍA DESCUBIERTO LA MENTIRA

Enzo y sus hermanos y sus malditas narices iban a ser mi muerte.

Me desabrochó la bota y me la quitó con cuidado, agarrando el bajo de mis leggings y deslizándola por encima de mi tobillo dolorido. Fue mucho más cuidadoso de lo necesario, y eso fue excitante.

Estúpidamente caliente.

En ese momento todo estaba estúpidamente caliente.

—Solo…— Finalmente me quité las mallas y separé mis muslos un poco más.

Él agarró mi tobillo antes de que pudiera estrellarse contra el suelo y lo bajó con cuidado.

Tienes que dejar de ser amable conmigo. Me haces desearte demasiado. Me apreté el clítoris con los dedos, por encima de las bragas, pero apenas lo sentí.

Me estaba volviendo loco.

Loco.

Gravemente psicótico.

Pero no pude parar.

—¿Se siente bien, princesa?— murmuró.

—Cállate —susurré, moviendo mi dedo ligeramente.

—Te gustaría más si fuera yo quien te tocara. —Su mano se deslizó más arriba por mi muslo.

Lo quería más alto.

—No, no lo haría —mentí.

Y cuando las yemas de sus dedos rozaron el plieg
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