Hice lo que me ordenó, pero no pude concentrarme en sus palabras. Jugaba alternativamente con mi clítoris y mi punto G. Sus labios subían lentamente por la parte interior de mi muslo, lamiendo y chupando.
Cerré los ojos después de unos minutos y finalmente dejé caer el dispositivo a mi lado. —Ya haz lo que quieras conmigo, Alfa—.
—Eso no es lo que soy para ti. —Mordisqueó mi clítoris con los dientes y yo maldije.
—Enzo.—
Me recompensó con su lengua en mi clítoris, y no paró hasta que estuve tan agotada que no pude aguantar más. Lo agarré por las ondas perfectas y despeinadas de su cabello y lo arrastré hacia mi cuerpo.
—Abrázame —murmuré—. Necesito dormir.
—De acuerdo, princesa. —Se giró debajo de mí, una vez más con cuidado con mi tobillo. Estaba casi segura de que ya estaba curado, pero no lo dije. Estaba demasiado cansada para siquiera pensarlo.
Su polla era como hierro contra mi cadera, pero la ignoré. Él también.
—Quiero comerte todas las noches del resto de mi vida—, murmuró, ro