Capítulo dieciocho. No sabes de lo que soy capaz.
Nicole despertó antes del amanecer. No había dormido más que unas pocas horas, y aun así, su cuerpo se movía con una extraña energía. Sabía que el tiempo se agotaba, que Rodrigo no esperaría por siempre y que Kyan ya no confiaba en ella.
A pesar del miedo, de la culpa, de la humillación, no podía permitir que nadie le arrebatara a su hija.
Millie dormía profundamente, aferrada a su peluche favorito, su respiración tranquila y sus rizos desordenados sobre la almohada. Nicole la observó un largo rato, como si intentara memorizar cada detalle.
—No voy a dejar que nadie te toque, amor mío —susurró, con un nudo en la garganta—. Nadie.
Kyan llegó temprano a la oficina ese día. Su abogado lo esperaba en la sala de reuniones con un portafolio repleto de documentos.
—¿Estás seguro de querer seguir adelante con esto? —preguntó el abogado, observándolo con cautela—. Es un proceso complejo. Y si Nicole demuestra que ha sido una madre estable duran