Capítulo 5

En su despacho, Crono se hallaba sentado en su sillón en una profunda confusión, revisando unos documentos. Entre susurros, dejó escapar su intranquilidad.

—¿Qué ha sucedido con Freya? No puedo comprender su drástico cambio de actitud en un año. Debería mantenerse obediente y evitar cualquier conflicto en esta mansión —murmuró con una expresión de inquietud. Apartó los papeles a un lado y se recostó en su silla, exhalando un suspiro cargado de pesar—. Eris tendría que haber mantenido a Freya bajo control, asegurándose de que no divulgara mi relación con ella con su padre. En este momento, no puedo permitirme perder el apoyo de Agamenón. Estoy recopilando pruebas que demostrarán que fue él el traidor, quien causó la muerte de mi amada Lea.

Crono no creía en las parejas destinadas. Hace tres años, se había enamorado profundamente de Lea, una loba de personalidad dulce, tierna y sumamente complaciente. En ese entonces, su anhelo era desafiar cualquier destino y unir su vida a la de Lea, otorgándole el prestigioso título de Luna de su manada, un honor que su padre le había dado en ese mismo período, antes de morir.

Sin embargo, la vida les deparaba una cruel sorpresa. En una fatídica noche, los Kelpies invadieron su manada, desencadenando un caos. En el tumulto de este enfrentamiento con el enemigo, Lea perdió la vida de manera trágica. Esta desgracia desató en Crono una amargura profunda y sembró las semillas de la desconfianza en su corazón. La necesidad de descubrir la verdad detrás de la tragedia que cambió su vida lo llevó a formular un sombrío plan. A través de su hija, pretendía hacer que Agamenón experimentara el mismo sufrimiento que él había soportado, solo para luego hacerlo pagar por las acciones que lo llevaron a perder a Lea.

En el despacho, Dionisio entró con una sonrisa en el rostro. Era el beta y amigo de Crono, y al ver la expresión de su amigo, no pudo evitar hacer un comentario.

—Amigo mío, no tienes buena cara. ¿Tu Luna está causando estragos en tu ánimo?

—Cállate y ven a ayudarme con estos documentos. No me hables de esa loba que debería estar ocupada en tareas más apropiadas, como tejer y mantenerse en silencio. Parece que fuera otra loba en comparación con la dulce y melosa chiquilla que conocí antes de casarme. —Respondió de manera brusca Crono, visiblemente molesto.

—Pues, no parece que esté tejiendo en este momento, ya que al llegar, la vi en la entrada de la mansión con tres personas, luego caminaron hacia el área de práctica de los guerreros —comentó conteniendo la risa.

Crono se levantó de un salto, vociferando con evidente preocupación.

—¿Qué hace en el campo de práctica? Esta loba está decidida a volverme loco. —Caminó a toda prisa hacia la salida del despacho.

Mientras tanto, Freya se encontraba con Isis, Siena y Apolo, preparándose para empezar a entrenar. Los guerreros solo saludaban con la cabeza asombrados de que su Luna estuviera en un lugar solo para lobos guerreros.

Los cuatro amigos comenzaron su entrenamiento, practicando combate cuerpo a cuerpo y perfeccionando sus habilidades. Demostraron ser expertos en el manejo de armas, especialmente en el uso de espadas y dagas. Apolo y Freya se enfrentaron en un combate cuerpo a cuerpo.

Los guerreros estaban sentados en gradas, boquiabiertos por lo que sus ojos veían. Nunca pensaron que su Luna supiera pelear y con técnicas diferentes a las de ellos. En ese momento, Crono llegó y se disponía a intervenir, pero su amigo lo detuvo. A regañadientes, Crono no avanzó y prefirió esperar a que la pelea llegara a su fin. Mientras observaba, él se quedó maravillado por lo que percibían sus agudos ojos grises. Freya era fuerte, sus movimientos eran precisos y ágiles, y estaba envuelta en un aura dominante que lo dejó impresionado y lleno de admiración.

Después de finalizar el agotador entrenamiento, los cuatro amigos se estrecharon las manos. Entre risas y bromas compartieron sus propias habilidades. Sin embargo, Crono, con una expresión furiosa, se acercó al grupo.

—Freya, este no es lugar para una loba casada y con modales, no deberías estar exhibiéndote de esta manera ante mis guerreros. Deberías sentir vergüenza por ofrecer este espectáculo. No deberías haber venido aquí sin mi permiso. ¿Qué pensarán los guerreros de su Luna? Parece que solo estas interesada en causarme dolores de cabeza.

Freya se preguntaba por qué estaba allí. En su vida anterior, ese lobo ni siquiera le dirigía la mirada.

—No sabía que necesitaba tu permiso para poner un pie en el campo de entrenamiento —respondió Freya con sarcasmo—. Vergüenza deberías sentir tú exigiéndote con tu amante. Además, no veo ningún problema en que tus hombres vean que una loba como yo, su Luna, también puede luchar. Como has visto, solo he venido aquí a entrenar con mis amigos. No creo que eso sea un problema —añadió de manera desafiante, provocando que Crono apretara los dientes con frustración.

—Eres la Luna de una manada y tienes responsabilidades con mi gente; no deberías perder el tiempo aquí. Además, como loba casada, debes comportarte de manera adecuada y no estar cerca de otros hombres. Tu reputación podría quedar manchada por tus acciones —expresó Crono, dedicándole una mirada asesina a Apolo.

Dionisio, por su parte, se carcajeaba de la risa en su interior. Visualizaba a su querido amigo rindiéndose pronto a los pies de su Luna. Hace apenas dos días, Crono afirmaba que siempre estaría enamorado de Lea y que nunca aceptaría a otra loba en su corazón. Juraba que haría sufrir a la hija del traidor que llevó a la muerte de su amada. Sin embargo, parecía que su Luna haría estragos en la vida de su amigo.

Apolo quiso intervenir, pero Isis le apretó la mano y le hizo señas con la mirada para que se mantuviera callado.

—¿Ahora tengo responsabilidades con la manada? Que yo sepa, tu amante es quien tiene el control de los gastos de la mansión, que, por cierto, está toda descuidada, junto con las labores sociales. Yo solo estoy entrenando con mis amigos. No te comportes como un lobo macho troglodita y permíteme que entrene con mis amigos aquí en tu campo de entrenamiento o buscaré otro sitio donde hacerlo.

—Tú no me puedes estar amenazándome. Yo soy…

Dionisio, al ver que Crono estaba perdiendo la paciencia, se acercó rápidamente a su amigo y le murmuró muy bajo para que solo él escuchara.

—Crono, deberías pensar en lo que vas a decir. No te queda otra opción que ceder a sus peticiones si quieres mantenerla controlada, mejor es tenerla vigilada aquí que fuera de la mansión.

Crono inhaló profundamente, buscando aplacar la furia que ardía en su interior. Al observar a su alrededor, notó que sus hombres estaban atentos con los ojos bien abiertos, expectantes a su reacción. Reflexionó un segundo para encontrar las palabras adecuadas. Finalmente, con voz tranquila expresó.

—Está bien, puedes entrenar aquí. Tus amigos pueden venir al campo de entrenamiento contigo, pero estarán bajo mi supervisión. Por hoy se acabaron sus entrenamientos —echó un vistazo a sus guerreros con la mandíbula contraída—. Como puedes ver, mis hombres están de práctica y fueron interrumpidos por ustedes.

—No te preocupes por eso, ya hablé con el jefe de tus hombres y sé cuáles son los momentos en que el campo de entrenamiento estará sin actividad —gruñó Freya con los ojos fijos en su mate.

—Amiga, nosotros nos vamos. Te llamo más tarde —intervino Isis.

Freya volteó a ver a sus amigos y se despidió de ellos. Luego, sin mirar a Crono, le dio la espalda y comenzó a caminar hacia la mansión.

—Crono, no hagas una tontería. Trata de llevarte bien con ella. A las malas, solo vas a conseguir su desprecio. Y sabes que en estos momentos no te conviene andar con rumores sobre el Alfa y la Luna de nuestra región.

Crono apretó los puños mientras veía cómo Freya se alejaba de su vista. En su mente resonaban las palabras: "Te voy a castigar por todo el revuelo que estás causando y nadie te va a salvar", con arrogancia se dio la media vuelta y comenzó a hablar con sus hombres.

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