Capítulo 6

—Los Orcos, nuevamente, atacaron a la manada Drunes, dejando un rastro de destrucción a su paso. Aunque conseguimos ahuyentarlos en este último enfrentamiento, la amenaza persiste y se acerca cada día más a nuestra manada. —La preocupación resonaba en el tono de voz de Batían al otro lado del teléfono; era evidente que había perdido a varios de sus valientes hombres en la defensa de otra manada en peligro.

Crono mantenía la mirada tensa mientras atendía la llamada telefónica de su Gamma. Escuchaba en silencio, consciente de la gravedad de la situación. El antiguo líder alfa perdió la vida enfrentándose a esas criaturas y sin dejar descendientes, Crono se había convertido en uno de los principales candidatos para ocupar el liderazgo. Ahora, debía descubrir qué desencadenó la aparición de estas criaturas en las tierras de lobos, específicamente en las tierras altas del norte de Escocia.

—Mañana estaré en las tierras de los Kelpies. Mantengo la esperanza de llegar a un acuerdo con el líder supremo de esas tierras para juntos acabar con esas criaturas. En caso de que sea necesario enviar refuerzos a la manada, Drunes, por favor, comunícate con Dionisio. Él se encargará de liderar en mi ausencia hasta mi regreso.

—Desde la distancia, observamos a los Orcos que han invadido la manada Yinka. Contemplamos cómo han arrasado con todo; solo quedan cabañas quemadas y la desolación. Pareciera que en las tierras que ocupan, la vegetación muere, como si la vida misma se extinguiera. —Bastian soltó un gran suspiro antes de continuar con su relato—. Perdimos lobos Cronos, pero logramos detener la invasión a otra manada. Aún no sabemos cuánto tiempo permanecerán pacíficos ni qué manada será la próxima en ser atacada.

La manada Yinka era la primera manada que los Orcos atacaron y sucumbió ante ellos; mataron al alfa y los lobos sobrevivientes buscaron refugio en la manada Sith.

—Después de la reunión con Pirro, nos reuniremos para tomar una decisión urgente.

—Desde que estos Orcos aparecieron hace un año, solo han dejado destrucción. Todavía no hemos logrado identificar a la persona que los comanda; actúa entre las sombras.

—La reunión con Pirro será un punto crucial, marcando el inicio de la paz entre los imperios o el comienzo de una guerra.

—Avísame, Cronos, cuál es la decisión que tomen. —Crono no respondió; simplemente cortó la llamada con su gamma.

Crono programó una reunión con Pirro para considerar un tratado de paz. Sin embargo, el dilema se presentó en su mente: a pesar de la ira que lo consumía por tener que adentrarse en las peligrosas tierras de los Kelpies, él comprendía que su manada necesitaba desesperadamente apoyo frente a la amenaza constante de los Orcos. Se preparó mentalmente para enfrentarse a Pirro, buscando una reconciliación que permitiera abordar el misterio detrás de la presencia de los Orcos.

La incertidumbre del futuro pesaba sobre él, era consciente que la decisión que tomará en esa reunión podría determinar el destino no solo de sus tierras, sino también el de su manada. Crono, en su desconfianza hacia Pirro, sabía que este se valió de artimañas para tomar el mando de las tierras bajas, cerrando fronteras y sembrando un complicado liderazgo en sus tierras.

—Debes tener cuidado al entrar en esas tierras. Después de insistir tanto en reunirte con él, ahora ha abierto la frontera para que entres como si nada. Es sospechoso. Sabes que después de que destruiste al líder de los Kelpies, Pirro aprovechó tu debilidad al dejar esas tierras sin protección y se adueñó de ellas de una manera que nos supera en número de lobos. La mayoría de sus hombres son lobos renegados, sin piedad para matar. —Manifestó Dionisio, sentado al otro lado del escritorio.

—En aquel entonces, mi propósito no era la conquista de territorios, sino buscar justicia y vengar la muerte de Lea. Ahora, la situación demanda que busque alianzas para preservar nuestra raza. Necesitamos el apoyo de sus lobos para poner fin a la amenaza de los Orcos. Si tuviera certeza de mi capacidad para enfrentar a estas criaturas, no me aventuraría en esas tierras.

—Solo te aconsejo que tengas precaución, especialmente cuando la confianza en Pirro es nula.

—No confío ni en él ni en su hermano Agamenón. Estoy seguro de que Agamenón tiene que ver con el ataque de los Kelpies contra mi manada aquella noche.

—Hermano, creo que estás equivocado acerca de Agamenón. No creo que esté involucrado.

—Tengo pruebas en forma de notas con el sello de la manada Sith, donde se proporcionan instrucciones sobre cómo acceder a estas tierras sin ser detectados.

—Hay algo extraño; si Agamenón fuera el traidor, no te habría brindado su apoyo para liderar esas tierras. Él se habría autoproclamado y comandaría estas tierras junto a su hermano.

—Estas notas no mienten. Además, estoy seguro de que, por el capricho de su hija por mí, es el detonante de todo.

—Deberías investigar más a fondo esas notas; ¿no crees que hay algo más detrás de ese atentado?

Crono se levantó de golpe y expresó su frustración de manera palpable.

—Primero destruiremos a los Orcos y luego al verdadero culpable de la muerte de mi amada Lea.

Freya se encontraba en su despacho, un espacio que había mandado acondicionar para desempeñar las responsabilidades inherentes a su posición como Luna. En esta vida, estaba decidida a no permitir que la pisotearan ni a dejar que hicieran lo que quisieran con los recursos destinados a la mansión y a la manada.

Mientras revisaba algunos documentos, soltó una carcajada al percatarse de la cantidad constante de dinero que era depositado en la cuenta de Eris. Murmuró con ironía:

—Por ser solo amante, le pagan muy bien a esta loba, y todavía tiene la desfachatez de robar dinero destinado a la manada.

Freya, decidida a tomar el control de lo que le corresponde, levantó el teléfono y llamó al área de tesorería. Con seriedad en su voz, expresó.

—Señor Lemon, soy Freya Apka —rodó los ojos al tener que mencionar el apellido de casada—. Lo llamó para informarle que, a partir de hoy, seré yo quien reciba el dinero destinado a los gastos de la mansión y las labores sociales de la manada.

La respuesta no se hizo esperar.

—Un placer conversar con usted, mi Luna. Está bien, si el alfa Crono no pone objeción, haré los cambios solicitados.

—Yo soy la luna de esta manada y la señora de esta mansión. Va a cuestionar mi orden. 

La gravedad de la situación no escapó al hombre al otro lado del teléfono, quien tragó saliva. Sabía que Eris iba a protestar, pero también entendía que debía obedecer a Luna de la manada, o no ser que el alfa después realice cambios.

—Como ordene, señora. Se están haciendo los cambios solicitados desde este momento. ¿En qué más la puedo ayudar?

—Por los momentos, eso es todo — Freya, satisfecha con la respuesta, cortó la llamada, mientras en su mente resonaba: "Ahora a esperar tu próximo paso, Eris". Entrecerró los ojos y prosiguió revisando minuciosamente los estados de cuenta.

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