La miré, curiosa. Ya me había dado cuenta de que todas las demás se inclinaban ante ella y la llamaban “La jefa". Asentí, sin dejar de observarla.
—Sé que pueden pensar que estoy inventando todo, como dicen en la televisión —comencé a hablar, sabiendo que era con ella con quien debía llevarme bien—. Pero no es así. Mis padres se sacrificaron mucho por mí. ¿Y mira cómo les pagué? Yo también trabajé muy duro para llegar a donde llegué; y por confiar en Amaya Makis, quien juró que era amiga de mi madre, que limpiaba la casa de sus padres, confié en que era verdad lo que me decía, sobre todo porque me trataba como una segunda madre y me agarró cuando estaba más vulnerable por la muerte de ella.—¿Amaya Makis es tu suegra? —volvió a preguntar la señora frente a mí—