19. IVORY EN LA CÁRCEL
Desde el pequeño y gélido confinamiento de mi celda en la prisión para mujeres criminales, escrutaba mi entorno con cautela. No podía entender cómo mi suegra, Amaya, había logrado maniobrar para enviarme a este lugar, con la esperanza de que nunca saliera. Aún así, no era el momento de cuestionarlo. Observaba cómo las demás reclusas me miraban con recelo y sabía que tenía que agudizar mi astucia si quería salir viva de allí.
Las historias sobre mujeres de la alta sociedad mutiladas y maltratadas en este tipo de cárceles rondaban mi mente. Pero yo no era una heredera millonaria; era la hija de una empleada de limpieza y un jardinero. Necesitaba encontrar la forma de comunicarles esto antes de que fuera demasiado tarde.
—¡Eh, tú! —me sobresaltó la voz de una guardia—. Sígueme.
La puerta se abrió, revelando un