Me enteré tiempo después, cuando Ilán finalmente pudo acercarse a mí, que en su habitación se había sorprendido de la solidez y determinación con la que había resonado su voz al amenazar a su madre. Desde que le diagnosticaron abasia, había perdido la fluidez de su habla y llevaban varios días desde que había decidido abandonar su medicación. Contrario a lo que esperaba, en vez de empeorar, notó una mejora en su condición, una chispa de fortaleza que parecía desafiar la lógica médica.
¿Era acaso un espejismo de su mente, un truco nacido del desesperado deseo de recuperar el control y defenderme? Eso se preguntaba una y otra vez, hasta que llegó a pensar que tal vez era el resultado de una voluntad férrea que comenzaba a retejer las conexiones perdidas en su cerebro, todo por su deseo de salvarme. No podía estar seguro, pero al