138. LEILA MAKÍS
Me encontraba en la vasta residencia de Ilán, un lugar que parecía más un museo que un hogar. La nana Marina, una mujer de sonrisa amable y ojos cansados, había sido dejada a mi cargo. Era como si me hubieran olvidado, sumergida en un remolino de conflictos y urgencias. Me sentía perdida, como una hoja arrastrada por el viento, sin saber qué rumbo tomar.
Las horas se deslizaban lentamente, como un río perezoso bajo el sol de verano. A pesar de la amabilidad de Marina, decidí retirarme a la habitación de invitados, un espacio que parecía más un paraíso de opulencia que un lugar para descansar. Mientras caminaba por los pasillos, mis ojos se posaban en las fotografías familiares que adornaban las paredes, buscando en ellas algún rastro de mi propia existencia. ¿Sería cierto que era una descendiente de los Makis? ¿O solo me habían utilizado como un escudo para protegerse del escándalo mediático que los acosaba, el mismo que al final solo había empeorado las cosas?
La incertidumbre m