POV – MILA.
Las noches de investigación se estaban convirtiendo en una rutina peligrosa. Pasaba horas frente a la computadora, con los ojos ardiendo, el corazón acelerado y la mente obsesionada en un solo nombre: Lola.
El cansancio no importaba. Lo único que me mantenía en pie era la necesidad de entender. Esa mujer era más que un personaje venenoso en un drama familiar. Había algo mucho más oscuro latiendo debajo de su piel perfecta.
Y esa noche lo confirmé.
Un archivo encriptado apareció en mis manos gracias a un contacto de Nicolás. Él no lo sabía: me lo había dado para rastrear las cuentas de Javier, pero yo seguí otro camino. Lo abrí, y lo que encontré me arrancó el aliento.
Un correo. Un nombre. Una orden.
Lola.
No Javier. No un sicario al azar. Era ella. La que había firmado la muerte de Nicolás, con la misma frialdad con la que firmaba un contrato de negocios. Me cubrí la boca con las manos, conteniendo un grito. Todo mi cuerpo temblaba. Cerré el archivo de golpe, como si las