Capítulo 21.
Los días posteriores Nicolás, se recuperó a pasos agigantados, el hombre que parecía indestructible, yacía en esa cama con el cuerpo atravesado por la fragilidad. Al principio lo veía retorcerse de dolor cada vez que intentaba moverse, con los labios apretados, como si prefería romperse los dientes antes que dejarme escuchar un quejido, no se rendía, aguantaba cada curación con una fuerza que me sorprendía.
Yo estaba allí, siempre. Sosteniendo su hombro cuando el dolor lo doblaba. Pasando una toalla húmeda por su frente ardiente. Cambiando sus vendajes con una delicadeza que escondía mis temblores. No podía permitirme flaquear: si él caía, yo sería el muro que lo sostuviera. Pasaron catorce días así. Catorce días donde el tiempo se medía en horarios de medicinas y en noches de insomnio. Finalmente, los médicos informaron que Nicolás estaba listo para salir del hospital.
Regresamos a la mansión, pero no había descanso: yo era su sombra, su enfermera, su fuerza. Cada pastilla se la di a