Kira se sentía extrañamente nerviosa cuando salió de su cuarto y se unió al grupo. No era timidez, era la conciencia de que su día había sido una m****a y lo llevaba en la cara. Pero Luka estaba feliz, y eso valía cualquier esfuerzo por fingir que todo estaba bien.
Julian se sentó justo frente a ella, como si sin planearlo, sus cuerpos encontraran la misma órbita. Luka, emocionado, no tardó en lanzar el primer comentario que los sacó a todos de su burbuja:
—Hace mucho que no comía pizza...
Kira bajó la mirada, ruborizada. Sabía que no era algo común en su casa. El dinero era contado, las prioridades eran las medicinas, no la cena grasosa. Pero no dijo nada. Fingió que era solo un comentario inocente.
Julian lo notó. Notó el tono, notó la incomodidad. Y entonces miró de nuevo su entorno: la casa estaba ordenada, sí, pero los muebles estaban gastados, la mesa era despareja, la televisión parecía salida de otro siglo. Un escalofrío le recorrió el pecho. No por lástima. Por vergüenza. Por estar viendo como si evaluara. Por tener, y no saber cuánto cuesta no tener.
Kira se dio cuenta de su mirada y su cuerpo se tensó. En su mente, la frase apareció como un disparo: "Otro rico juzgando". Le ardía la piel de solo imaginar lo que pensaba Julian.
Sol, que ya estaba en su segundo vaso de tequila, quiso romper el silencio incómodo.
—Bueno, ¿y por qué tardaste tanto? ¿Te secuestraron los de la casa?
Kira se encogió de hombros, intentando sonar casual.
—Acepté limpiar una casa rica por dinero extra... —suspiró—. Y fue un puto infierno. Al final me acusaron de robo y me largaron sin pagarme. Pero eso no es lo peor.
Todos se quedaron en silencio.
—Cuando venía de regreso, pasé frente a las oficinas de los Blackthorne —dijo, con el veneno impregnado en cada sílaba—. Y Marcus... ese cerdo, volvió a hacer lo mismo. Me agarró el trasero. Otra vez. Se rió como si fuera divertido. Como si yo fuera un puto objeto.
Julian, que hasta ahora había contenido su expresión, frunció el ceño con fuerza.
—¿Marcus hizo qué?
La pregunta fue más un gruñido que una duda.
—Sí, ya sabes, el heredero modelo. El cabrón de sonrisa perfecta. Me agarró como si nada, y se fue riéndose con sus amiguitos. Lo peor es que... nadie hace nada. Los Blackthorne son un mal necesario. Tienen poder, dinero, influencia. Nadie se mete con ellos.
Julian bajó la cabeza un segundo, sintiendo que algo oscuro le hervía bajo la piel. Una rabia vieja, pegajosa. No solo por lo que Marcus había hecho. Sino porque tenía razón. Marcus siempre se salía con la suya. Siempre.
Zoey lo miró con el ceño fruncido, pero no dijo nada. Leo también había endurecido la mandíbula. El ambiente cambió. Algo se rompió.
Julian apretó los puños bajo la mesa, recordando la voz de Richard diciéndole que Marcus ya estaba entrevistando candidatos para su reemplazo. Y había sonreído al decirlo, como si fuera un alivio quitarse de encima al bastardo que nunca fue su verdadero hijo.
"No te preocupes", le había dicho Julian ese mismo día, con la voz serena, sin permitir que le temblara ni un músculo. "A final de la próxima semana dejaré el cargo".
Ni su padre, ni Marcus, ni nadie sabía que su abuela materna le había dejado una fortuna antes de morir. Más de lo que jamás había ganado en la empresa. Más de lo que los Blackthorne merecían.
Julian levantó la vista. Kira estaba sirviéndose un trozo de pizza para Luka, que la miraba con una devoción que desarmaba. Y por un segundo, Julian sintió que lo único que quería era proteger ese pequeño mundo que ellos habían construido con tan poco.
Y protegerla a ella.
Sol lo miró, luego miró a Kira. Le dio un leve codazo a Julian y le susurró:
—Mírala. Ni se da cuenta de que no dejas de verla. Eres transparente, guapo.
Julian sonrió con ironía.
—No soy bueno ocultando lo que no sé manejar.
—Pues empieza a manejarlo, porque si no lo haces tú... alguien más lo hará.
Y con esa frase, la noche siguió. Pero algo había cambiado. El odio de Kira crecía. La furia de Julian también. Y ninguno sabía que estaban a punto de volverse adictos a esa guerra sutil que los empezaba a unir sin permiso.
Más tarde esa noche, cuando el bullicio empezó a disminuir y los efectos del alcohol se asentaban en los cuerpos, Kira se levantó para ir a la cocina. Sabía que si no tomaba agua, amanecería hecha m****a por la resaca. Caminó descalza, en silencio, y abrió el refrigerador con cuidado.
—¿Estás bien? —preguntó una voz detrás de ella.
Kira se sobresaltó un poco. Julian estaba ahí, en la penumbra, como si la hubiera seguido sin querer molestarla.
—Solo... necesitaba agua —dijo, alzando un vaso.
—Lo sé —respondió él—. Pero, ¿estás bien?
Kira dudó. Algo en la voz de Julian, o quizá en su mirada, le hizo soltar un suspiro.
—Ha sido un día de m****a, Juls...
El apodo salió solo, como si su lengua lo hubiera dicho antes de que su mente lo autorizara. Julian sintió que su pecho se apretaba. Nadie lo había llamado así. Jamás. Y mucho menos con esa naturalidad.
—¿Juls? —repitió él, como saboreando el sonido.
—¿Te molesta? —preguntó Kira.
—No —negó, apenas audible—. Para nada.
Ella bajó la mirada. Se acercó un poco más, y sin pensarlo, rozó con los dedos la marca roja en su mejilla.
—¿Qué fue esto?
Kira dudó, incómoda.
—Nada. Ya te dije que fue un mal día.
—¿Fue Marcus? —insistió él.
—No —resopló—. Fue en la casa donde trabajé. Me acusaron de robo y la señora me abofeteó. No me pagaron.
El silencio entre ellos fue pesado. Julian sintió una ira que no sabía cómo contener.
—La gente rica es una m****a —soltó Kira, con el vaso en la mano—. Espero que tú no seas así, Juls.
Julian la miró con una intensidad extraña.
—No soy tan rico como crees. Pero vivo bien. Y juro que jamás sería así contigo.
No se habían dado cuenta de lo cerca que estaban hasta que la puerta principal se abrió bruscamente. Diego entró. Alto, fuerte, cuerpo de gimnasio, piel canela, rasgos latinos definidos, mandíbula marcada y ojos oscuros. Al ver a Julian tan cerca de Kira, su expresión cambió.
La tensión en la cocina se volvió espesa. Las miradas entre los dos hombres eran fuego contenido. Y Kira... solo pudo tragar saliva, atrapada entre el ayer y un futuro que aún no entendía.