La comisaría olía a papel húmedo, café rancio y metal. Julian permanecía sentado frente a un escritorio, con Leo a su lado. Ambos revisaban con el oficial de turno la denuncia formal contra Diego: intento de agresión, allanamiento, acoso. La carpeta ya pesaba como plomo, llena de pruebas, pero la voz de Diego durante el interrogatorio aún resonaba en la cabeza de Julian.
—Con esto lo vamos a mantener encerrado un buen tiempo —aseguró el oficial, firmando los papeles—. No es la primera denuncia en su contra, pero sí la más grave.
Julian asintió, sin decir nada. Sus dedos tamborileaban contra la mesa con una impaciencia que no podía ocultar. Llevaba más de tres horas fuera del hotel. Tres horas lejos de Kira, con su corazón frágil y un embarazo