Diego sabía que se estaba metiendo más hondo de lo que debía, pero esa noche la compulsión ya era un peso insoportable en el pecho. No buscaba ropa interior. No buscaba algo para guardarlo como un trofeo. Quería más. Quería algo que fuera suyo aunque nunca lo fuera… y aunque para tenerlo tuviera que arrastrarse como un ladrón en la penumbra.
Subió las escaleras en silencio, el corazón martilleándole en las sienes. Encontró el blusón de Kira sobre la silla junto a la cama y lo tomó con manos temblorosas. Se lo llevó al rostro, aspiró profundo. El aroma cálido, mezclado con jabón y piel, le recorrió las venas como veneno dulce. No tuvo tiempo de saborearlo más: escuchó pasos en el pasillo.
Se deslizó bajo