Ambos respiraban con agitación. Las mejillas encendidas, el pecho subiendo y bajando al ritmo de sus corazones aún acelerados. Julian seguía sobre ella, sin hacer presión, solo con el peso tibio de su cuerpo apoyado en el de Kira, como si no quisiera soltarla todavía.
La besó con ternura en la frente, en la nariz, en las mejillas. Kira soltó una risa suave, acariciando su espalda desnuda. Julian la miró desde arriba, la devoró con los ojos sin decir una palabra.
—¿Quieres que me mueva? —preguntó en voz baja, como temiendo incomodarla.
—No —dijo ella, abrazándolo por la cintura—. Me gusta sentirte así.
Julian apoyó la frente contra la de ella, cerrando los ojos. Todo en él gritaba que ese momento no podía ser real. Pero lo era.
Kira, armándose de valor, susurró:
—¿Puedo preguntarte algo?
Él no respondió de inmediato, solo asintió levemente, aún con los ojos cerrados.
—¿Qué fue lo que te pasó...?
El cuerpo de Julian se tensó. Se separó apenas, apoyando el codo en la cama para no aplasta