El sol apenas comenzaba a filtrarse por las cortinas cuando Kira abrió lentamente los ojos. Sentía un calor reconfortante rodeándola, y al mirar hacia arriba, encontró su mejilla apoyada en el pecho firme y cálido de Julian. Él todavía dormía, su respiración profunda, su brazo envuelto con naturalidad sobre ella, como si protegerla fuera parte de su instinto más básico.
Kira cerró los ojos un segundo más, dejándose llevar por la seguridad de su abrazo, por esa sensación de pertenencia que le erizaba la piel. El cuerpo de Julian era una barrera sólida entre ella y el mundo. Un lugar donde descansar.
Pero cuando decidió moverse apenas un poco, Julian también se giró, todavía adormilado. Kira terminó acomodada de espaldas a él, y sintió con claridad la presión dura de su erección clavándose, sin querer, en su trasero. Ambos se tensaron al instante.
Julian se apartó con rapidez, alejando las caderas con vergüenza.
—Perdón... —murmuró, ronco, cubriéndose el rostro con la mano.
Kira, sin de