El regreso a casa fue silencioso. Kira iba abrazando a Luka con fuerza, como si temiera que el mundo volviera a arrebatárselo. Sus ojos seguían húmedos por el susto, mientras Sol los observaba desde el asiento trasero con una mezcla de alivio y preocupación. Habían salvado una noche más. Pero los monstruos seguían al acecho.
Ya en el departamento, Julian cargó nuevamente a Luka hasta su cama. Lo acomodó con cuidado, con esa delicadeza casi reverente que usaba con él. Kira lo observaba desde la puerta, con el corazón hecho un nudo. Verlo con Luka, tan paciente, tan presente, le removía todo por dentro.
—Gracias —murmuró, con los ojos vidriosos, las emociones a flor de piel.
Julian solo asintió. Dio unos pasos hacia ella, y con la yema de sus dedos acarició su mejilla con suavidad. Fue un gesto breve, pero tan íntimo que a Kira se le detuvo el mundo.
—Cualquier cosa, me llamas —dijo con voz baja y sincera, y se marchó antes de que pudiera responder.
Kira cerró la puerta con lentitud, si