Mundo ficciónIniciar sesiónEl amanecer llegó sin avisar, como siempre llega cuando uno duerme a trozos y a ratos. Marcus abrió los ojos con esa conciencia a medias de quien ha aprendido el idioma de un llanto. No fue el reloj, ni el ruido de la calle: fue un sonido pequeño, quebrado, que parecía tender un hilo desde la cuna hasta su pecho. Melissa. Tres meses de vida y ya el poder de mover montañas en la madrugada.
Parpadeó un par de veces para despegar la noche. La habitación seguía en penumbra; el penthouse estaba quieto, envuelto en ese silencio que se pega a los muebles caros como un barniz. Se incorporó de lado, tanteó con el pie el suelo frío, y cruzó la habitación hasta la cuna. La vio: un ovillo tibio con manos que todavía no sabían qué hacer con el mundo. Los labios fruncidos, la frente pequeña arrugada, los







