La oficina de Karim estaba en silencio absoluto, apenas perturbado por el zumbido bajo de la computadora portátil sobre su escritorio. Afuera, la noche de la ciudad se extendía como un manto oscuro salpicado de luces lejanas. Sus hombres habían entregado el informe hacía horas, pero él aún lo tenía frente a los ojos, incapaz de dejarlo.
Marcus Blackthorne: reuniones confirmadas con Khalaf y Velasco. Conversaciones explícitas sobre un menor. Objetivo: Luka Kovalenko.
Karim cerró la carpeta con un golpe seco, pero el eco resonó más en su interior que en la sala. Sabía que este momento iba a llegar: tarde o temprano, Marcus dejaría de obsesionarse con ideas abstractas y pondría un blanco claro sobre la mesa. Y lo había hecho. El niño. Luka.
Se levantó y caminó hacia la ventana, observando la ciudad como si pudiera leer en sus calles los movimientos de Marcus. El corazón le latía firme, aunque en el fondo había una incomodidad extraña: ya no era solo un operativo. Esto era sangre. Era fam