Julian sintió un nudo en el pecho apenas escuchó la pregunta de Kira: “¿Tú quieres casarte conmigo?”.
Durante un segundo, su mente se quedó en blanco.
Sí. Claro que quería. Quería casarse con ella, besarla cada mañana, verla reír, abrazarla en las noches y protegerla de todo lo que el mundo pudiera lanzarle encima. Quería ser el hombre que la cuidara, que estuviera a su lado cuando Luka se curara, cuando todo estuviera bien. Quería tener derecho a tocar su mejilla, a besarla sin culpa, a despertarse con ella...
Pero sabía que no podía.
Porque él era un monstruo. Porque el día que Kira lo viera desnudo… el día que viera su cuerpo cubierto de cicatrices, de heridas mal curadas, de las marcas de su infancia rota, lo miraría con horror. Con lástima. O peor aún… con rechazo. Y Julian no podía vivir con eso.
Entonces bajó la mirada y simplemente dijo:
—Quiero ayudarte.
Kira sintió cómo se le encogía el corazón. Había una parte de ella que esperaba… algo más. Que deseaba, por un segundo, que