Julian y Kira seguían mirándose en silencio, como si el tiempo entre ambos se hubiera detenido. El ajetreo de la ciudad, el ruido de la cafetería detrás, los coches, todo se desdibujaba en ese instante en que solo existían ellos dos.

Julian fue el primero en hablar. Bajó un poco la mirada, como si el peso de sus propias palabras lo aplastara por dentro.

—Quiero disculparme —dijo con voz baja—. No tenía derecho a decirte lo que dije anoche. No soy nadie para juzgarte. No sé lo que estás enfrentando ni todo lo que cargas… y no debí meterme.

Kira abrió la boca, pero Julian continuó antes de que pudiera detenerlo.

—Tú decides con quién compartes tu vida, Kira. No es mi lugar… y me duele admitirlo, pero… si elegiste estar con él, lo respeto. Me duele. Pero lo respeto.

—No lo hice por amor —lo interrumpió ella, con el corazón latiendo con fuerza—. Yo quería estar contigo, Julian. Ayer… antes de que él llegara. Quería besarte.

Julian alzó la mirada, sorprendido. El corazón se le detuvo un se