Kira apenas tocaba su taza de café, pero no dejaba de agradecer.
—Julian, de verdad… gracias por lo de hoy. No sé qué habría hecho sin ti.
Él negó con la cabeza, apoyando los antebrazos sobre la mesa.
—No me agradezcas —dijo en voz baja—. No quiero que sientas que me debes algo. Lo hice porque quise.
Kira bajó la mirada, apretando la taza entre sus manos. Seguía temblando un poco. Julian la notaba frágil, pero también con esa misma fuerza interna que tanto lo atraía.
Hubo un momento de silencio entre ellos. Uno que no incomodaba, sino que hablaba por sí solo. Julian dudó, mirando el celular. Tenía más de veinte llamadas perdidas. Marcus. Richard. William. Mensajes de voz. Emails. Ni los abrió.
Volvió a mirar a Kira.
—Hay algo que… creo que deberías saber.
Ella alzó la vista con una expresión de sorpresa.
—¿Qué cosa?
Julian respiró profundo.
—Cuando Leo estaba preparando los papeles para poder sacarte… me explicó que para pedir la residencia hay que iniciar un proceso de solicitud. Y n