La habitación olía a madera pulida y cedro, pero el aroma no podía competir con la tensión que Callie sentía al entrar. Las puertas se cerraron tras ella con un golpe sordo, más fuerte que cualquier grito. Tragó saliva con dificultad, forzando la respiración a bocanadas tranquilas y pausadas, aunque el rápido latido de su corazón la delataba. Sola con Darian, sin nadie que la presenciara o interviniera, cada terminación nerviosa de su cuerpo se convirtió en un cable de alta tensión, vibrando con una peligrosa combinación de miedo, deseo y anticipación.
Darian estaba de pie junto a la ventana, su figura perfilada por la tenue luz de la mañana que se filtraba a través de las cortinas. Sus ojos dorados captaron los de ella al instante, fijos y penetrantes, como un depredador que evalúa a su presa; pero ella no era una presa, no del todo. Al menos, no en el sentido de que pudiera resistirse.
"Callie", dijo en voz baja y autoritaria, con esa mezcla de autoridad y serenidad que siempre le a