Día 3
El tercer amanecer sobre el río Helden no trajo calma. La neblina cubría las aguas, densa y pesada, como si el propio mundo quisiera ocultar lo que estaba a punto de ocurrir. Tras dos días de sangre y agotamiento, los hombres de Rhaziel se encontraban extenuados, sus armaduras abolladas, sus rostros marcados por la ceniza y el lodo. Y aun así, al escuchar la voz de su comandante, se enderezaban con una determinación feroz.
—Hoy no habrá retroceso —anunció Rhaziel, de pie frente a su ejército reunido en torno a las hogueras apagadas de la madrugada—. La fortaleza caerá antes de que caiga el sol.
A su lado, Kael y Dorian intercambiaron una mirada cargada de tensión. Adrian, con la espada aún manchada de los combates del día anterior, dio un paso al frente.
—Los exploradores han confirmado el pasadizo en la base norte. Está custodiado, pero si logramos entrar, podremos abrir las puertas desde dentro.
Rhaziel asintió. Sabía que aquella sería la única oportunidad de romper la mu