VALENTINA
La llamada de Giulia llega en la madrugada.
Estoy en la habitación, acostada en la cama, aunque dormir ha sido imposible. Mi mente no para de repasar cada entrenamiento, cada movimiento, cada decisión que nos ha traído hasta aquí. Intento convencerme de que estamos haciendo lo correcto, pero el peso de todo lo que hemos vivido se siente como una sombra constante.
Cuando el teléfono vibra sobre la mesita de noche, lo tomo de inmediato.
—¿Giulia?
—Tenemos un problema —dice ella, sin preámbulos.
Su tono me eriza la piel.
Me incorporo en la cama, apretando el teléfono contra mi oído.