El momento había llegado.
No había más planes, no más escondites, no más estrategias a largo plazo. Solo fuego, sangre y la certeza de que esta noche uno de los dos moriría.
La mansión Morelli se alzaba frente a nosotros como un castillo maldito, una prisión de oro y mármol que me había encerrado durante años. Pero hoy no era la niña cautiva que soñaba con escapar.
Hoy venía a tomar lo que me pertenecía.
Luca Ferrara revisó su arma y me lanzó una mirada.
—Última oportunidad para echarte atrás, Morelli.
Lo ignoré.
Dante estaba a mi izquierda, con la mandíbula tensa y la mirada afilada. Sabía que odiaba esta parte del plan, que preferiría volarme la cabeza antes de dejarme cruzar esas puertas.
Pero tambi&eacu