CAPÍTULO 47
—¿Cómo lo supiste? —preguntó Cale que, no sabía si era por rabia o por adrenalina, no podía dejar de temblar luego de lo vivido—. ¿Cómo supiste que esa taza estaba envenenada?

—Pues porque hicieron muy evidente que esa taza era la mía, y eso era raro teniendo en cuenta que todas las tazas parecían iguales —respondió Messina, que en realidad no se sintió en peligro en ningún momento.

—No, pero antes —señaló el hombre—. ¿Por qué cambiaste de asiento antes? ¿De verdad en Cenzalino se sientan diferentes?

—No —confesó la chica—, pero el rostro de la reina era tan insidioso que me molesté y pensé en sentarme a la derecha de su esposo para molestarla.

Cale, que primero se sintió confundido por la respuesta, terminó riendo a carcajadas por la ocurrencia de esa joven. Definitivamente eso era algo que molestaría a la tercera reina, que se sentía amenazada por cuanta mujer pasaba frente al emperador, y su esposa era demasiado bella como para que la monarca no lo notara.

—De todas formas —hab
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