CAPÍTULO 63

—Lamento todas las molestias —dijo Mía cuando el emperador se despedía de ella para dejarla descansar—, y de todo corazón agradezco tu hospitalidad, excelencia.

—Es un placer tenerte aquí, majestad —aseguró Cale Solero, sonriendo amablemente—. Descansa un poco, enviaré a alguien muy discreto para que te ayude a deshinchar tus ojos, porque así no te ves nada bonita, y seguro los años te han sentado bien. Lo quiero ver.

Mía suspiró sonriendo solo un poco, y tras suspirar por enésima vez, tal vez, arrastró los pies hasta esa cama donde se tiró a descansar un poco, porque llorar ya no podía.

Rato después, los golpes en su puerta precedieron a una azabache de ojos grises que entró a la habitación de invitados, con una tinaja de hiervas medicinales frías y algunas toallas limpias, para ayudar a la joven que le abrió la puerta a refrescarse un poco.

—El emperador me pidió que te ayudara un poco —declaró Messina y Mía le sonrió agradecida—. Esperaba alegrarme por verte, pero, en realidad, est
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