Noelia
La mañana llegó con una claridad que no sentía desde hacía semanas. Había tomado una decisión: acercarme a Aidan, pero bajo mis propios términos. No sería su sumisa, ni su posesión, ni su trofeo. Si quería conocerme, tendría que aceptar mis límites.
Me miré al espejo mientras cepillaba mi cabello. Mis ojos reflejaban una determinación que creía perdida. Respiré hondo, intentando calmar los nervios que me atenazaban el estómago. No era fácil enfrentarse a un hombre como Aidan Blackwood, mucho menos cuando cada fibra de mi cuerpo parecía vibrar con su sola presencia.
El timbre sonó puntual a las diez, como habíamos acordado por mensaje. Abrí la puerta y allí estaba él, imponente como siempre, pero con algo diferente en su mirada. ¿Vulnerabilidad, quizás? Llevaba unos vaqueros oscuros y una camisa azul marino que resaltaba el gris de sus ojos.
—Buenos días, Noelia —su voz grave envió un escalofrío por mi columna.
—Hola, Aidan —respondí, haciéndome a un lado para dejarlo pasar—. Gr