El teléfono sonó, cortando el silencio absoluto que dominaba la habitación. Ian miró el aparato con una mezcla de desgana y presagio. Sabía lo que iba a escuchar del otro lado, pero no estaba preparado para ello. Nadie está preparado para escuchar la noticia de la muerte de su padre, especialmente cuando ese padre fue el centro de todo lo que conocías, el hombre que había tejido el imperio que ahora estaba a punto de desmoronarse.
Tomó el teléfono con calma, con ese aire de indiferencia que tan bien dominaba, y lo acercó a su oído. Por un instante, escuchó el tono estático del otro lado de la línea antes de que la voz grave y pausada del médico resonara en su cabeza, casi como si viniera de otro mundo.
—Señor Spencer… —dijo la voz al otro lado, vacilante.
Ian apretó los dientes, sabiendo lo que venía. No había necesidad de que lo dijeran de forma tan sutil.
—¿Qué pasa? —preguntó, su tono seco y controlado, un contraste brutal con la situación.
—Lamento informarle que su padr