—¿Puedo ir a conocerlo? —preguntó.
—Sí, claro —accedió Meli y Aaron estrujó su chaqueta con nerviosismo acercándose a él.
El chico miraba a un pequeño lago que había a unos treinta metros, pero mientras los demás chicos jugaban cerca, él no lo hacía.
Aaron empujó la silla hasta el pequeño muelle