—¡Lo mato, es que yo lo mato...! ¡Y luego lo entierro debajo de la jaula! —exclamó Nahia con el corazón acelerado.
Nahia salió de las sombras hacia la noche, y la luna llena brillaba lo suficiente como para iluminar el pequeño sendero que atravesaba el patio trasero de la casa de Aaron. Esa noche h