Capítulo 11: Bajo presión, nervios, y nuevo cliente.
La mañana avanza con un peso extraño en el pecho. Colín cumplió su palabra: recogió a Lia en la escuela y la llevó a la guardería. Al menos eso me da un respiro, porque mi niña necesita distraerse, necesita juegos, no solo angustia.
Me duele no estar con ella, la extraño como si me arrancaran una parte del alma, pero también sé que verla feliz, aunque sea unas horas me ayudará a no caer.
La señora Coleman, con esa calma que siempre irradia, llegó temprano al hospital para quedarse con Liam. La vi sentarse a su lado, acariciarle su cabello oscuro con la misma ternura que cuida a Lia.
“Ve tranquila, hija, yo estaré aquí”, me dijo. Y aunque mi corazón grita no querer separarme de mi hijo, tuve que ceder.
Respiro hondo mientras salgo rumbo al restaurante. El aire fresco golpea mi cara, pero no logra despejarme del todo. Cada paso me recuerda lo que está en juego. No solo necesito el empleo, necesito no cometer un error, no darles un mo