Cassie
Damon me mira como si todavía fuera ella.
Como si, tras todo lo que ha pasado, todavía quedara algo de la Cassie de antes. Esa que reía con facilidad. Que se sonrojaba cuando él me rozaba la espalda con sus dedos, como si el mundo se redujera a esa caricia.
Pero esa chica murió. O se quemó.
Y lo más jodido es que no sé si quiero traerla de vuelta.
Estoy en la orilla del lago, con el agua helada mojándome los tobillos y el reflejo del fuego que llevo dentro ardiendo en la superficie. He entrenado hasta que mis huesos suplicaron descanso. He sangrado en silencio. Me he reconstruido con rabia, una pieza a la vez, como un maldito rompecabezas que ya no encaja como antes.
Y aún así, él me sigue mirando como si creyera que solo es una fase.
—¿Te has perdido buscando a la antigua Cassie? —le solté esta mañana cuando apareció en la cabaña sin avisar. Otra vez.
Damon, con su ceño fruncido, su mandíbula tensa, ese olor a bosque y sudor que me es tan familiar que me pone los nervios de pu