Damon
El viento arrastraba las hojas secas por el camino mientras avanzábamos a paso firme. Cassie caminaba junto a mí, su rostro iluminado por la luz que se filtraba a través de los árboles, pero había algo en sus ojos que no podía descifrar. No hablaba mucho desde que cruzamos la frontera, pero su presencia era suficiente para mantenerme alerta. Ella era todo lo que me importaba ahora. Y, sin embargo, también era todo lo que podía destruirme.
Nos detuvimos frente a una vieja cabaña en medio de la nada. Sus paredes de madera parecían a punto de derraparse, pero tenía el aire de refugio. Al menos por un tiempo.
—Aquí estará bien —dije, mirando alrededor—. No estaremos muy lejos de la frontera, pero lo suficiente para que podamos respirar.
Cassie asintió, pero sus ojos no se apartaban de la cabaña, como si esperara que de un momento a otro, todo se derrumbara. Tal vez esperaba que alguien saliera de las sombras y nos arrastrara de vuelta a la jaula.
Aún estamos huyendo, pensé. Aún esta