Rowan acabó de colocar las últimas correas del equipaje justo cuando el amanecer apenas comenzaba. El campamento de Shadowcrest, aún afectado por los estragos recientes, permanecía en un silencio solemne que contrastaba con el ruido habitual de la manada. No obstante, había actividad: guerreros levantando muros provisionales, sanadores examinando a los heridos y diversos miembros organizando materiales para la reconstrucción. El aire seguía impregnado con el aroma de madera quemada, lo cual les hacía recordar la brutalidad del ataque procedente del este y que nada volvería a ser exactamente igual.
Rowan inhaló profundamente, permitiendo que el aire frío invadiera sus pulmones. Él había hablado con su padre hace tan solo unas horas y todavía resonaban sus palabras dentro de él.
-Es hora de irse, hijo. Luna Eterna tiene demasiados asuntos pendientes. ¿Y tú? Tú eres necesario ahí.
-¿Y la manada? No quiero abandonarlos en este momento.
-Shadowcrest permanecerá. Eso es mi responsabilida