Mundo ficciónIniciar sesiónHabía pasado una noche desde el encuentro de Esmeralda con el Lobo, Alonso. El dolor físico había disminuido, reemplazado por un profundo agotamiento emocional. Pasó la mayor parte del día en su habitación, solo viendo a Javier brevemente cuando le trajo comida y té.
Al atardecer, Doña Carmen entró, trayendo consigo un trozo de tela negra.
"Olvida lo que pasó anoche", dijo Carmen, con un tono cortante. "Esta noche, debes prepararte para los reyes. Les gusta el drama, y tú eres la protagonista. Nicolás te pidió exclusivamente. Y quiere verte en un color diferente."
Carmen arrojó la tela. El vestido era una pieza de encaje negro y fino, cubriendo su cuerpo a duras penas, con una abertura alta en el muslo y la espalda completamente al descubierto. Esmeralda lo miró con horror.
"Ponte esto", ordenó Carmen. "El Príncipe quiere presumir de lo que tiene."
Esmeralda no tuvo elección. Después de ponérselo, se sintió desnuda, su piel expuesta al aire frío.
"Muy bien, La Flor", elogió Carmen con una sonrisa forzada. "Ahora, Habitación 12. No hagas esperar al Príncipe."
Esmeralda caminó por el pasillo. Cada paso se sentía lento. Llegó a la Habitación 12. La estancia era mucho más lujosa que las otras, brillando con muebles de oro y plata. En el centro de la habitación, estaba sentado el Príncipe Nicolás de la Vega.
Nicolás era el polo opuesto de Alonso. Alonso era rudo y salvaje. Nicolás era esbelto, elegante y tranquilo. Su ropa era costosa, su cabello negro azabache estaba pulcramente peinado. Sus ojos, sin embargo, eran igualmente aterradores: demasiado penetrantes, demasiado ansiosos.
"Bienvenida, La Flor", dijo Nicolás, su voz suave como la seda. Se levantó, sus movimientos lentos, medidos, pero llenos de amenaza. "He estado esperando tu llegada. Este vestido... es perfecto. Resalta lo que pienso de ti."
"Yo... fui llamada", respondió Esmeralda, su voz temblaba.
Nicolás se acercó. Extendió su mano, tocando el hombro desnudo de Esmeralda. Su mano estaba fría, tan fría como el hielo.
"Lo sé. Yo te llamé. Quiero saber por qué Alonso está tan obsesionado contigo. ¿Te estropeó? ¿Tomó tu inocencia?"
Esmeralda se quedó en silencio. No sabía cómo responder a esa pregunta.
Nicolás levantó la mano, tocando la tenue marca de la mordedura de Alonso en el cuello de Esmeralda. "Ese Lobo dejó su sucio olor. No te preocupes. Lo borraré con mi toque."
Tomó la mano de Esmeralda, guiándola hacia un sofá de terciopelo rojo. Esmeralda se sentó, sintiéndose tensa.
"Háblame de Alonso", ordenó Nicolás. "¿Qué te hizo? Quiero que compares. Quiero saber quién te dio el verdadero placer."
Esmeralda negó con la cabeza. "No quiero hablar de él. Duele."
Nicolás se rio, una risa suave. "Por supuesto. Tienes miedo. Es natural. Pero no me temas a mí. No te haré daño como él. Te mostraré una pasión diferente."
Extendió su mano, tocando el cuello de Esmeralda. Sus dedos largos y fríos rozaron la piel de Esmeralda, enviándole un escalofrío.
"Puedo sentir tu pulso", susurró Nicolás. "Estás asustada, pero también... intrigada. Tu inocencia tiembla. Me gusta."
Se inclinó, colocando su rostro en el cuello de Esmeralda, justo en la cicatriz del Lobo. Esmeralda sintió su aliento frío rozar su piel.
"El Lobo solo sabe desgarrar. Nosotros, los vampiros, sabemos disfrutar. Sabemos cómo hacerte despertar", susurró Nicolás, y luego extendió su lengua, lamiendo el cuello de Esmeralda con cuidado, borrando el rastro del aroma de Alonso.
Empujó a Esmeralda hacia el sofá. Se inclinó sobre ella, obligándola a acostarse.
"Quiero que te entregues a mí", dijo Nicolás, su voz ahora más profunda. "Quiero que me demuestres que me eliges a mí."
Besó a Esmeralda, su beso frío y exigente. Esmeralda sintió que su cuerpo reaccionaba. Una pasión fría y sutil, muy diferente a la ardiente de Alonso.
"Yo... no lo sé", tartamudeó Esmeralda.
Nicolás se rio. "Lo sabes. Solo tienes miedo de admitirlo. Pero yo te ayudaré."
Se separó de Esmeralda. El vestido de Esmeralda no tenía botones. Con un movimiento rápido, Nicolás rasgó la tela fina. Esmeralda quedó desnuda bajo su intensa mirada.
"Hermosa", murmuró Nicolás. "Tan vulnerable."
Extendió su mano, tocando la intimidad de Esmeralda. El toque la sorprendió, y ella no se resistió.
"Debes aprender a servir", susurró Nicolás. "Debes aprender a complacerme. Y a cambio, te daré protección. Riqueza."
Se movió sobre Esmeralda, su cuerpo frío. Esmeralda sintió la fría intimidad de Nicolás entrar en la suya. La sensación era diferente. Lenta. Calculada.
Esmeralda sintió que se elevaba, sintió una oleada de placer que inundaba su cuerpo, pero era un placer controlado, bajo el dominio total de Nicolás.
"Eres mía", susurró Nicolás, su voz sonaba satisfecha. "Eres mía. Te marcaré."
Se inclinó hacia el cuello de Esmeralda, y ella sintió sus colmillos perforar su piel. Un dolor agudo, seguido por una sensación de frío que se extendía por su cuerpo. Sintió que su sangre era extraída, pero también sintió una extraña excitación: el placer de la rendición total.
"Dejaré mi marca en tu cuerpo", susurró Nicolás, retirándose. "Una señal de que eres mía. Una señal de que no puedes ser tocada por nadie más. Especialmente por Alonso."
Esmeralda jadeó. Sentía un agotamiento abrumador, pero también una extraña pasión.
"Dormirás ahora", ordenó Nicolás. "Y mañana, te enviaré regalos. Despertarás siendo mía. Nunca me olvidarás. Y nunca volverás con ese lobo."







