Esmeralda despertó varias horas después. La sensación de debilidad por la lucha de la noche anterior ya había disminuido. Sobre el tocador, un colgante de oro blanco finamente tallado yacía, reluciente. Era un regalo caro.
Doña Carmen entró en la habitación con una expresión rara vez vista: una mezcla de frustración y orgullo.
"Levanta la cabeza, Flor," exclamó, ayudando a Esmeralda a sentarse. "¿Qué te dio el Príncipe anoche? Cuéntame."
Esmeralda señaló el colgante. "Él... solo quería mostrar su poder, Doña Carmen. Me desechó como si fuera un artículo nuevo."
Carmen resopló, pero sus ojos brillaron al ver la calidad del oro en el colgante. "¡Esto es estatus, dulce niña. Estatus! Pero, por desgracia, los problemas ya están a la vista. Nuestro Lobo Alfa, Alonso, ha solicitado tu turno esta tarde."
"¿Alonso?" Esmeralda sintió que su cuerpo se tensaba. El dolor de su primera vez con Alonso seguía muy vivo en su memoria.
"Se enteró de tu sesión con el Vampiro. Sabes que a los Lobos no les