La libertad es algo que no conoce Angelina De Santis. Y cuando cree que su vida no puede estar peor al ser comprometida con uno de los miembros de la familia enemiga, los Mancini, su vida cambia por completo cuando decide fugarse de su propio matrimonio. Sin embargo, al verse acorralada por haberse fugado de su boda, un intimidante hombre le propone darle la libertad que tanto quiere a cambio de solo una cosa: ser su esposa. Giancarlo Mancini es un empresario dominante que tiene el mundo a sus pies porque bajo su mandato se rige un poderoso imperio y es el tío del ex-prometido de Angelina. Sus planes se ven eclipsados por completo cuando Angelina De Santis llega a su vida para destruirlo y ella ni siquiera lo sabe. Quiere que sea su esposa tan sólo por un motivo: vengarse de los De Santis y hacerles pagar por la muerte de su hermano y su padre. Ahora el odio se une en matrimonio y Angelina está en el territorio del enemigo y sin escapatoria. Los secretos oscuros y perversos de ambas familias los harán odiarse aún más pero ambos tienen que seguir fingiendo el matrimonio por sus propios beneficios. Giancarlo quiere vengarse, Angelina también quiere lo mismo y ser libre del yugo de su familia. Pero el amor hace de las suyas y cuando se dan cuenta de que no pueden amarse, ya es muy tarde. Giancarlo Mancini ha reclamado a Angelina como suya y nadie en el mundo será capaz de apartarla ahora de su lado, ni siquiera la venganza. ¿Qué sucederá una vez los engaños, los secretos, la traición y las ansias del poder entre ambas familias se interpongan en sus planes y el amor los ciegue y duden realmente de sus objetivos y deseos?
Leer másSe arranca el velo, se quita los tacones y sigue corriendo en la maleza y lejos de la mansión donde acaba de escapar de su boda.
—¡Que no escape! —reconoce esa voz y casi se le sale el corazón. Sigue corriendo conforme los gritos para que se detengan se oyen con fuerza y los carros rugen con el motor para perseguirla, sigue y sigue corriendo descalza a su vez que siente las ramas, las piedras y la tierra en sus pies descalzos. “Corre, no pares. ¡Corre!” Mira sobre su hombro y las luces de su antigua casa se hacen más pequeña. La casa está rodeada de infinitos arbustos y árboles pero en cualquier momento podrá ver la carretera y pedir auxilio, es lo único que tiene en mente. Sigue corriendo sin detenerse. El vestido blanco se desgasta con las ramas que la lastiman cada vez que se aleja. Si la atrapan, volverá al infierno que ha vivido por meses, en una familia que sólo la ha tratado como un objeto para cumplir y obedecer. La utilizaron al comprometerla como moneda de cambio a la familia enemiga, y su futuro esposo resultó ser peor. Cuando el sacerdote había comenzado su función sudaba, y con los ojos rojos por tanto llorar suplicándole a su madre que no la casara con ese hombre, el grito de su prima se escuchó por toda la mansión, y aprovechó la situación para huir de los guardias y saltar hacia el bosque para irse lo más lejos posible. No quería pasar otro día más en ese lugar y tenía que buscar la manera de enfrentarse a lo que el futuro le depararía, como estar en la calle o vivir sin su dinero, pero podía arreglarselas, la pregunta era. ¿¡Cómo?! —¡La veo! ¡Se dirige hacia la carretera, señor! Casi pierde la noción del tiempo cuando escucha esos gritos y aunque intenta huir, ya cree que es vano. Su corazón golpea con fuerza sus huesos y a su pecho se le dificulta tomar aire. Está agotada y si alguien llega a atraparla estará pérdida para siempre. Se agarra el vestido y ya no le interesa lastimarse la punta de los pies cada vez que se aleja. Desesperada, asfixiándose, con la oportunidad de vivir en libertad frente a sus ojos que puede desvanecerse en un abrir y cerrar de ojos, cae de bruces al suelo lastimándose con las piedras puntiagudas que no lograron, por suerte, herirla de gravedad. El sonido de los gritos y los perros la hacen reaccionar y se arrastra un poco más para levantarse, rasgar lo que puede del vestido blanco manchado de sangre y echarse encima las fuerzas para seguir. “Sólo tienes una oportunidad.” Y se abalanza hacia adelante para continuar. Mirando hacia atrás, su mente procesa por un instante las posibilidades de salir de éste lugar, lo que puede encontrarse y lo que no, pero no es que hubiese tenido un plan, tan sólo lo hizo porque no pudo desperdiciar esa oportunidad de irse. Su cuerpo responde a los golpes y a las heridas, así que de una vez el agotamiento le está pasando factura de manera indeleble. Sin embargo, ya dentro de nada está observando la carretera solitaria y cuando sus pies desnudos tocan el pavimento, observa a todos los lados en busca de algún carro, pero debe darse prisa. El tiempo está siendo su peor enemigo así que cuando cojea para ir hacia su derecha con la luz de un carro próximo, se coloca frente a la carretera para detenerlo. —¡Ayuda! —grita desesperada—. ¡Ayuda…! El coche se frena de golpe y cuando ve que tiene esperanza de salir de aquí por lo menos para alejarse del perímetro del rancho de su familia, baja las manos cuando se da cuenta que reconoce a esos hombres. Son guardespaldas. Esos guardespaldas lo ha visto en la fiesta de la boda. Abre los con horror. Retrocede. Empieza a correr hacia el sentido contrario con la motivación de huir de ahí cuanto antes, de perderse otra vez en el bosque y ser una prófuga de su propia familia pero ya no sabe si tiene escapatoria, porque uno de los hombres la coge con fuerza de la muñeca y la agarra. —¡No! ¡Suéltame! ¡Suéltame! ¡Ayuda! —muerde las manos y patalea a quien ya la lleva a la limusina en vano. Esos hombres trabajan para la familia de su prometido y el miedo incrementa cuando imagina la posibilidad de volver a esa prisión y a los brazos de Gabriel. Sigue pataleando mientras grita aún con la mano cubriendo su boca. Y la introducen el carro en un sólo empujón. De una vez vuelve a removerse y a gritar maldiciones para que la dejen ir y ante el agarre fuerte de los hombres observa que el carro vuelve a conducir y se siente palida al saber que reconoce ésta limusina y… —No quiero que hagas ningún ruido. No te haré daño… La sola voz envíe un escalofrío gigante a su cuerpo y tiene que girar la cabeza para encontrarse a nada más ni nada menos que los ojos grises apoderándose del alrededor, como si fuese el dueño de todo. —¿Usted…? —Observe todo el espectáculo que hiciste —habla el hombre, de mirada sombría—, y me parece que no tienes escapatorias. —¿Me llevará…—jadea con susto—, de vuelta a la mansión? ¿Me llevará…? Al instante no recibe respuesta y el sollozo que sale de su garganta es lo único que se escucha. —Por favor, no me lleve devuelta. Por favor…ese hombre me matará en verdad. —A partir de ahora no voy a entregarte a ningún otro hombre —y sus palabras se atoran en su garganta cuando lo oye—, porque quiero que seas completamente mía, Angelina. Sus ojos se abren con cada palabra. —¿Cómo que suya? —Te protegeré —y el cigarro del hombre inunda el carro—, te protegeré de ahora en adelante pero a cambio: necesito que seas mi mujer. Angelina vuelve a jadear con impresión pero de una vez su rostro, sudado y jadeante, cambia al enojo. —Perdió la razón. ¿¡Qué está diciendo!? El hombre sigue estando serio. —Tu familia quiere tu cabeza ahora porque los ha humillado, y mi sobrino no descansará hasta buscarte —y Giancarlo la observa con fijeza—, de ahora en adelante eres de mi propiedad, Angelina —y cuando están cerca le agarra la barbilla para mirarla fijamente—, es la única manera de que salgas de este infierno por completo. Angelina observa todo su rostro todavía sorprendida. —No puede hacerme su esposa. Es imposible que yo esté con usted —murmura Angelina, agitada. ¿Acaso es su condena al infierno?—, ¿Qué me prueba a mi que no estoy entrando a otro infierno? No quiero casarme- —No se trata de amor, se trata de conveniencia. Tu quieres libertad, yo quiero una esposa. —No lo conozco. —Me conocerás, preciosa... —Giancarlo no puede dejar de ver ese hermoso rostro repleto de miedo y susto—, y si habrá un hombre que te cause dolor, ese seré yo a partir de ahora pero prometo no desamparte y protegerte de cualquier daño —y Giancarlo la acerca hacia sus labios—, me perteneces desde este momento… Giancarlo Mancini no es más que el tío de su ahora ex-prometido, y que ahora ha venido a reclamarla como suya. —¿Cómo puede reclamarme suya si estaba a punto de casarme con su sobrino? ¡¿En qué está pensando?! —Una cosa. Angelina tiene que callarse de súbito al oír la misma voz grave que sale casi desde las profundidades de una cueva. El carro comienza a moverse y al instante el chasquido de las puertas con el seguro le hacen volver el rostro. —No se atreva a exigirme algo. ¿Quién se cree que es? —¿Quieres tu libertad? ¿No es así? Se siente tan adolorida en estos momentos que lo único que agradece es que está sentada. Pero sentada frente a su verdugo. Giancarlo deja la colilla del cigarro en el pequeño plato a su lado. La manera en la que sus movimientos son descuidados, lentos, amenazantes por donde lo viera, emanando sin siquiera intentarlo el poder que siempre ha tenido. Sin embargo, si no lo conocieras en realidad pensarías que es un simple hombre como otro, pero no es así. No obstante, Angelina traga saliva para quitar los pensamientos y cuando se procesa lo que ha dicho, lo observa de una vez ensimismada en la preocupación. —La quiero; quiero mi libertad. Pero lo que dicen es que usted no hace algo de gratis —Angelina se remueve cuando las manos de uno de los guardias se acerca a moverla. —No la toques. Es Giancarlo quien demanda con fuerza disparando de sus ojos grises una severidad que congelaría a cualquiera. El guardia se aleja de inmediato de Angelina y aunque no quiere darle tanta importancia, Angelina vuelve a mirar nada más que petrificada. Cuando sus ojos se encuentran, Giancarlo inclina el rostro y alza los hombros ligeramente. —Es lo que estoy haciendo —es oscuridad. Giancarlo Mancini es oscuridad, un tormento, y un demonio en vida. Oírlo es como si recitara la sentencia que la mandará a otro infierno: pero éste sería mucho peor. No se estremecerá tan fácil con la mirada profunda e intimidante de Giancarlo pero es difícil no hacerlo, al menos, en este momento donde no ha estado más vulnerable—. A cambio de tu protección, quiero algo. Angelina lo observa de arriba hacia abajo, con la respiración atolondrada y con un parpadeo desigual porque…porque observar a éste hombre, que le lleva unos diez años por delante, se siente demasiado inverosímil. —Te doy la libertad que siempre has querido y a cambio serás mi esposa.¿Qué puedo decir? ¡Inmensamente feliz y agradecida por todo el apoyo que está historia tuvo! No saben cuánto adoro a estos personaje, y adoro a las personas que compartieron risas y lágrimas con mis nenes que lo son todo para mí, en especial a Angelina, mi nena fuerte. ¡Muchas gracias! ¡Gracias, gracias! A toda lectora que llegó aquí y me acompañó en este viaje que hoy decimos adiós con tristeza y a la vez con felicidad. Fue especialmente un reto contar ests líneas que amé desde el principio, y no podía creer que gente la leyera y disfrutara la aventura de nuestra protagonista a su vez que encontraba el amor. Lamento los malos ratos pero no es mi historia sino hay drama, así que mil disculpas jaja! ¡Me va a costar acostumbrarme a no escribir estás líneas! Pero me quedo con el hermoso viaje que está historia dejó en mi vida, mil gracias. Un viaje que siempre me emocionaba por continuar, y que siempre llevaré en mi corazón como todas mis historias hasta ahora. Pero sé que como siempre
Le sorprende a Angelina las palabras que dice el juez en cuanto a la situación de Damiana: cadena perpetua. Con su edad, no sabe si logrará sobrevivir, pero no siente algún remordimiento cuando la sentencia ya es un hecho. Hay muchos cargos en contra de Damiana que no la dejan tener libertad condicional, y si fuese asi no dejaría nunca que alguien la dejara en libertad. Los involucrados observaron la decadencia de una mujer que llevo el prestigio de una familia que por varias décadas fue dueña de una ciudad entera. Por varios días el caso de Damiana De Santis opacó incluso el de Gabriel; quien también había tenido su juicio pero no fue público ya que Gabriel confesó muchas barbaridades cuando no tuvo de otra. La familia de Giancarlo estuvo en el escándalo por días, incluyendo a Úrsula y a la propia Nina. Giancarlo no pudo creer que su madre haya sido cómplice de Marcelo para desaparecer a su propio nieto. —También estoy sorprendida…—murmuró Angelina al tocar el rostro de su
—¿¡Angelina?! Una vez Angelina ve nostalgia la situación de Damiana a la puerta de la oficina se abre estruendosamente. Se trata de Nicolai, quien la busca desesperado. Al ver a Damiana en el suelo, toma aire y cierra los ojos. Angelina lo mira por el hombro. —No durará mucho la reacción, quizás media hora. Tienen que llevársela antes de que logre escaparse —Angelina no siente ningún remordimiento y da un paso hacia atrás mientras Nicolai se acerca a Damiana—, estuvo a punto de escaparse porque para éste momento Gabriel debió haber soltado todo. —¿Todo está bien! ¡Por Dios ! —Annalisa junto a Massimo entran a la oficina, sorprendiéndose de lo que observan sus ojos. Fue Annalisa quien gritó sobresaltada—, Dios mío. —La policía ya está aquí —Massimo no tarda en decir, mientras su hermano coloca a Damiana en el sillón, desmayada—, no puedo creerlo. —Si no hacíamos nada esta mujer se escaparía del país para siempre. ¿Qué crees que haría una vez estuviese afuera? Mandaría a mat
—Vete de aquí, Angelina. No tienes nada qué hacer en este lugar…—Damiana amenaza desde su posición, observándola de arriba hacia abajo—, sé que eres más inteligente que esto. —Ser inteligente según tú, me ha llevado a este lugar y estoy muy bien aquí. Damiana no responde al momento en el que Angelina termina por hablar. —¿Dónde está Cecilia? —pregunta por ella. —Pagando lo que le hiciste hacer —Angelina no sabe cómo puede controlar la furia de todo su cuerpo mientras observa la inmensa y casual mirada de Damiana. Siempre ha sido así, y tampoco busca intimidarla. Sólo quiere dejar las cosas en claro—, pero no te funcionó…—Angelina mueve la cabeza. —Me han dicho que un hermoso niño vive contigo —Damiana muestra una pequeña sonrisa—, ya te habrás dado cuenta que yo nunca tuve a tu hijo. —Fue por ti y por Marcelo, fueron tus órdenes y tu cooperación con Marcelo. ¿Por eso casaste a mi madre con Carlo Sorventi? ¿Siempre supiste que Marcelo era su hijo? —Angelina no ha podido dormir
—No es lo que quiero escuchar, Angelina… —Cielo, no puedes detener lo inevitable —Angelina se levanta sosteniendo a Gianluca de espaldas hacia ella, así que el niño puede ver a su padre cuando alza los brazos pidiendo que sea él quien lo cargue—, no puedes hacerlo, mi amor. Haré todo lo que esté al alcance de mi mano para que no sólo sea Gabriel sino también los demás. No puedes tenerme aquí siempre. —Si puedo —Giancarlo agarra a su pequeño con un solo brazo, y Gianluca de una vez reposa su cabeza en su hombro, abrazando su cuello—, si puedo, Angelina. Pero lo haces muy difícil. Estaba esperando el momento donde ese cretino pusiera sus dedos sobre ti para despedazarlo con mis propias manos. No vas a volverte a exponer tu vida de esa forma, y que sea la última vez —Giancarlo gira el rostro para dejar un beso en la frente de Gianluca, aún con los ojos abiertos y sosteniendo su chupete con la boca para que no caiga. De seguro no quiere hablar y sólo quiere dormir, tal cual lo demuestra
—¿Cómo fue posible que lo hayan capturado? ¡Gabriel Mancini está preso! —Genoveva camina detrás de Angelina mientras ella se quita el sombrero, aún con el temblor en el cuerpo que había encerrado para llevar a cabo esto—, ¡Hija! —Estoy bien, estamos bien —Angelina se detiene, girándose a tomar las manos de su madre con una pequeña sonrisa—, Gabriel no volverá a salir nunca de prisión y por muy Mancini que sea, será llevado a un juicio. Tendrá un juicio con pruebas. —¡Angelina eso fue muy peligroso! ¡¿No pensaste en las consecuencias si Gabriel se enteraba que estabas ahí?! ¡Pudo hacerte daño! —Genoveva expresa, con el temor de esa posibilidad—, Dios, Angelina. ¿Cómo pudiste hacer eso? —Porque no iba a tener otra oportunidad, mamá —Angelina deja el sombrero a un lado, con sus ojos tornándose pesarosos por lo que significa que Gabriel esté tras las rejas—, pero todo estaba bien. No estaba sola y eso es lo que importa. Ayer en la noche cuando estabas durmiendo hablé con Giancarlo. T
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