Difícil es mantenerse de pie cuando la última persona en el mundo que había pensado que aparecería está frente a sus ojos.Genoveva De Santis es la primogénita de su abuela, y si su madre está aquí luego de todo lo que sucedió es porque algo tiene qué decir. ¿Sabrá lo de Giancarlo? ¿Sabe de su futuro matrimonio?—Madre —pronuncia entonces Angelina dándose la vuelta hacia ella—, ¿Cómo es posible que estés aquí?Genoveva observa a su hija con una afilada mirada que Angelina es incapaz de sostener y aparta el rostro para poder cesar sus mejillas rojas por la impresión.—¿Qué es lo que estabas pensando? —aún así su madre da pasos hacia ella. Nota a los escoltas, dos de ellos que están custodiando la seguridad de Genoveva. Madre e hija vuelven a verse—, no sabes…cómo está la reputación de los De Santis después de tu extraordinaria decisión —Genoveva lleva uñas rojas y un bolso de mano plateado y con una de sus uñas agarra la barbilla de Angelina—, ¿En qué pensabas? —está lo bastante cerca
Ahora que están unidos como marido y mujer las cosas han cambiado. Si Giancarlo acaricia su pierna es debido a la tensión que no pueden ocultar, pero no van a dejarse caer tan fácilmente. Aún recuerda las palabras de su madre “Mantente casta.” ¿No tocar a ningún hombre? ¿Qué es lo que hará ahora que tiene un esposo que es la tentación vuelta unos ojos, unos labios, un cuerpo mismo? No negará que desde que vio a Giancarlo meses atrás por primera vez hubo cierto destello dentro de ella que nunca antes había sentido. Nunca ha estado con un hombre como para experimentar de lleno lo que es entregarse a uno, y sentir esas sensaciones son demasiado nuevas para ella, y Giancarlo ha sido éste hombre que ha despertado una instigación a lo desconocido. Giancarlo emana poder, misterio y un estímulo indescriptible que tiene que guardarse para sí misma porque sigue siendo un Mancini. Ni siquiera lo piensa cuando coloca su palma en su pecho, y es clara la tensión sexual entre ellos pero ninguno es
Angelina se atraganta con el desayuno que se lleva a la boca cuando el nombre de su abuela aparece, arruinando su paz por completo. El escalofrío que la recorre de pies a cabeza la mantiene en blanco unos solos segundos y se levanta de la silla sin quitarle los ojos a Ruby, quien también la observa con un deje de pánico. Aunque quiere con todas sus fuerzas negar ésta petición de su abuela, lo más probable es que no pueda porque si hay algo a lo que ha temido toda su vida, esa es Damiana De Santis.Necesita aparentar tranquilidad, y eso es lo que hará de ahora en adelante porque ya es una mujer casada, y peor: casada con un Mancini.—Señora…—Yo la atenderé. ¿En dónde está? —Angelina se alisa su vestido a la medida ceñido a sus curvas. Lleva su cabello negro caído como cascada en su hombro y un maquillaje que resalta sus enigmáticos ojos azules. Vestirse así siempre siempre fue idea de su abuela.—Ya está esperando por usted, señora —Ruby le señala el pasillo. Angelina comienza a mo
—¿Por qué me haces esto…?La voz ahogada de Angelina está lejos de tranquilizarse. Un sollozo y una súplica mezclada con rabia. Su mejilla sigue enrojecida y suda frío porque la mirada fija de Damiana en ella es como si le diera el permiso para que lea sus pensamientos: sin escapatoria.—¿Ya se te olvidó lo que le hicieron a tu abuelo? —conoce perfectamente la historia contada de ambas familias. Los De Santis y los Mancini vivieron una época donde dentro de sus familias sólo había sangre, odio y soberbia por el poder. Y en esas batallas por mantenerse en el poder, su abuelo salió perjudicado. Es increíble que Damiana siga diciéndoselo una y otra vez, como si tuviese que saberlo para poder respirar—, hay que hacerles creer que la tregua ya está hecha: pero lo que nos hicieron no se borrará tan fácilmente —y Damiana se toma de las manos con aires solemne y vuelve a mirar a Angelina de la misma forma que en todos estos años: sin una pizca de amor, sólo indiferencia—, se hará una fiesta d
Debe haber un error. ¿Cuántas personas en el mundo tienen ese mismo nombre y apellido? Tal vez sólo sea una coincidencia. Pero el rostro de Issie está paralizado y se ha quedado sin habla también. Angelina observa que la mujer simplemente sonríe con amabilidad. No hay porqué alarmarse. —Señora Vitelo —empieza Issie tragando saliva y acercándose hacia Angelina, pasando sus ojos hacia la nueva mujer—, disculpeme, no la había visto. —Está todo bien —responde Chiara con una voz suave y amable. Luego sus ojos viajan hasta Angelina. Estira su mano hacia ella—, es un placer. Soy Chiara Vitelo, trabajo en esta compañía. No esperaba verte tan pronto. Angelina observa su mano y no espera para estrecharla por mera cortesía. —Angelina De Santis. —Oh, sí. Sé muy bien que eres —Chiara da un apretón con la misma suavidad y da un paso hacia atrás—, felicitaciones. Acabo de enterarme que Giancarlo es tu esposo. Vaya, algo impresionante pero, mil felicitaciones. Tiene que tomarse de las manos por
Sin respiración, sin saber cómo salir de éste laberinto o cómo volverse invisible y desaparecer de sus manos. Angelina observa todo el rostro de Giancarlo no con impresión, sino con ansiedad, como si estuviera esperando algún otro movimiento. Con sus mejillas sonrojadas, sus labios húmedos y los ojos expectantes y llenos de un brillo que Giancarlo puede compararlos con las billones de estrellas en el cielo. El azul en los ojos de Angelina es ahora su cielo. Verla tan cerca de él, teniendola sólo a su merced y poniendola nerviosa se ha vuelto su vicio, y no cometerá el error de ignorar la reacción que tiene el cuerpo de Angelina cuando la toca o apenas la roza. Es divertido para él como ella se niega una y otra vez de lo que siente. Ella sóla se le delata y más ahora, que con un sólo movimiento de su cuello puede desaparecer la distancia que los une. Ni siquiera ha probado esos labios. Unos labios rojos y hermosos que deben ser algo no digno de este mundo porque Angelina o es un á
Sólo ha conocido a su abuela como la única jefa de la familia y supone que su mamá tomará el puesto cuando llegue el momento. Una de las enemigas en bandeja de plata para Damiana es Nina Mancini: la mente detrás de todo un imperio. Mirada altiva y un aire maligno que desde su posición puede sentir. No apareció en la reunión para la boda y tampoco la ha visto desde que está en la casa de los Mancini. Creyó que simplemente ya Nina no existía, y no le preguntaría a su madre, o siquiera a su abuela sobre esa mujer. Pero algo que no puede simplemente negar es el gran parecido de ésta mujer y sus hijos, más que todos su único hijo, Giancarlo. Ojos de piedras y demasiado intimidantes como para ver fijamente o siquiera pensar en hacerlo.Observa los movimientos de su ahora nueva suegra y se mantiene quieta, alerta a lo que puede pasar o a lo que ésta mujer puede hacer.Pero Nina se gira hacia Angelina mientras Giancarlo ha cambiado radicalmente por completo su rostro, y mueve la silla de r
Al parecer la tensión nunca se acabará en ésta familia. Y ahora menos que ha tenido qué lidiar cara a cara con quien debió hacerlo en un principio, la madre de Giancarlo. No puede saber a ciencia cierta si es que todo lo que haga o piense tendrá una consecuencia pero cómo están las cosas lo más probable es que sea así. Éste matrimonio está lejos de ser lo que tiene qué ser pero Giancarlo cumplirá con su promesa y se marchará de éste lugar antes de que su propia familia se dé cuenta.Debería pedir un coche para ella sola pero ya observa a un escolta a las afueras del edificio listo para llevarla a su casa. ¿Cuál casa? No pertenece a ninguna de esas casas. No ha tenido un hogar, aunque su madre sigue siendo su madre, la quiere, la respeta. Pero no es amor de madre, es como si…tratara de evadirla. Angelina no quiere regresar a la mansión de los Mancini porque primero: hay un profundo odio en esas paredes que va quitarle el aliento si decide respirar su mismo aire y segundo: ahora que Ni