—No voy hacer eso —Angelina grita al borde del enojo. Para ella, éste hombre se está aprovechando de su desgracia. Sus manos bajan hacia la cerradura del carro—, no soy tonta, señor. Y no seré su esposa para nada. Ni seré suya, ni-
—Está a tu desición —la interrumpe Giancarlo dando otra calada a su cigarro—, no soy un hombre que obliga. Estarás conmigo porque así lo quieres: yo sólo te estoy dando una salida —Giancarlo no la mira. Posee un rostro desinteresado y es algo que siempre lo ha caracterizado. Y era mejor así porque la mirada de Giancarlo sobre ella es lo más cercano a sentir el filo de un cuchillo en su cuello.
Angelina mueve el cerrojo de la puerta para tratar de salir ya que nota como los edificios de la cercana ciudad de Florencia es la ventaja que necesita.
—He decidido que no —vuelve a escupir Angelina—, ¡Detenga el auto! ¡Me largo! No necesito su ayuda porque si me fui de esa casa fue precisamente para no casarme. Y no seré su esposa, ni suya. Jamás —golpea la ventana del carro—, ¡Detenga el auto!
Giancarlo se mantiene observando a la hermosa mujer frente a él. Es inevitable que no piense en aquellos ojos, en aquellos labios, y en la voz que no ha sido la primera vez que ha oído pero sí la primera vez que se deleita con ella desde que la vio hace tan sólo meses atrás por primera vez cuando visitó Florencia por asuntos de su empresa y por el matrimonio de su sobrino.
Algo sucedió dentro de él al momento en que vio el rostro de Angelina; no había visto mujer más bella. Y quizás los demás no daban cuenta lo que esa mujer vivía, pero sólo tuvo que posar sus ojos en ella al menos cinco segundos para leer su lenguaje corporal al lado de su sobrino. No estaba feliz. ¿Y cómo se le ocurría a su sobrino tratarla de tal manera? ¿Y más que su madre no hiciera nada? Desde el principio era prohibido mirar de otra manera a esa mujer, que con su voz y la manera en la que lo miraba, dandole una mirada cálida que nunca antes había sentido, se sintió pérdido.
Ver a Angelina herida, sin donde ir, desamparada es casi una daga al corazón pero tal cual se lo ha dicho, no cometería una imprudencia con ella y lo último que quiere es que Angelina piense de él que es un salvaje. Se guarda sus pensamientos y suspira.
—Eres libre de irte —Giancarlo da dos golpes a la limusina. Angelina entreabre sus labios después de oírlo—, pero si sales por esa puerta jamás en la vida volverás a tener la oportunidad que te estoy dando.
Tiembla porque sabe qué es verdad. Su familia tomará represalias contra ella y también lo hará Gabriel. Esto no lo olvidarán tan fácil y casi siente el corazón en la garganta con el pensamiento de ser apresada y desprovista de su libertad si la llegan a encontrar tal cual fuese algún animal. Puede ver los ojos de Gabriel destilando nada más que odio y brutalidad, lejos de ser el marido perfecto que prometió pero que nunca amó, tratandola como una basura.
Ha sufrido por cinco meses la indiferencia de Gabriel y su violenta personalidad, imponiendo una y otra vez su presencia porque como su futura esposa, debía hacer lo que él dijera ya que su padre la entregó a él como, básicamente, moneda de cambio.
Angelina abre la puerta del carro.
Puede tener la libertad fuera de éste coche, correr y pedir ayuda a la policía para tomar cargos contra su familia y usar sus cuentas bancarias, pero una cosa es cierta y es que su familia tiene comprada a un par de policías en la estación.
O tener la libertad bajo la protección de uno de los hombres más ricos de Italia y contribuir al beneficio de su libertad siendo…su esposa…
Cualquier decisión es para que delire una y otra vez. ¿A dónde puede huir ahora mismo mitad herida mitad hecha un desastre?
Angelina vuelve a verlo.
El mundo de Angelina y el de Giancarlo colisionan de una manera que no debe ser: le envía eletricidad a cada parte de su cuerpo porque tener a un hombre de esa manera reclamandola como suya y pidiéndole matrimonio de manera bastante cuestionable es como si estuviese en una pesadilla. Pero la pesadilla se transforma en un sueño cuando oye “Libertad.”
—Angelina —murmura Giancarlo.
Pero Angelina no responde y sus pies descalzos vuelven a tocar parte de la calle de Florencia, cerca del centro. Con su vestido hecho trizas y las heridas alrededor del cuerpo llama la atención de varias personas pero…empieza a caminar.
Debe buscar ayuda de alguna manera u otra porque su vida está sentenciada y lo sabe. El tiempo se agota.
No mira hacia atrás pese a que a sólo metros se encuentra un hombre que ha destruido por completo la calma que necesita. Su dolor se transforma en quejidos cuando sigue caminando, con sus ojos repletos de llanto.
Giancarlo Mancini es un hombre intimidante y lo sabe. Toda la familia de Gabriel es peligrosa y no puede confiar en él. Hacer una propuesta con ese hombre es como si vendiera su alma al diablo. Los Mancini son sus principales enemigos.
¿Y el diablo la reclamaba de su propiedad?
Angelina sigue caminando hasta que ya no puede más, y observa por su hombro una cantidad de carros sospechos tomando la ruta más cercana.
—¿Señorita, está bien? —dice una de las personas cercanas.
Angelina niega rápidamente.
—No, por favor. Le ruego ayudarme —Angelina se acerca hacia él con pavor—, me persiguen y si me atrapan es posible que me torturen hasta la muerte. ¡Debe ayudarme! Mi nombre es Angelina De Santis. Ese es mi nombre y yo-
No termina la frase. Lo que sucede es demasiado rápido y cuando ve un rostro demasiado conocido lejos de ella, Angelina no puede quedarse en ese lugar.
Gabriel la observa con mirada asesina.
“Vino por mí.”
Su miedo se incrementa y su corazón simplemente se detiene.
—¡Señorita!
Angelina corre hacia atrás antes de tomar fuerza y pese a cojear, correr lo más que puede. ¡Una estación de policía! Es lo que debe buscar porque cuando Gabriel ponga sus manos en su cuerpo perderá por completo, y volverá a las garras del averno sin salida.
No suenan disparos. Gabriel lanza a las personas que se interponen en su camino.
Angelina sigue mirando hacia atrás, tomándose de la rodilla porque la herida de los pies y el golpe que se hizo cuando cayó al suelo es peor de lo que imagina. Sigue caminando y doble una esquina. Conoce estos caminos y en la otra podrá conseguir lo que tanto ha pedido.
Un oficial.
—¡Angelina!
Le pisa los talones y ahora su nombre en los labios de Gabriel es totalmente una perdición, lejos de tener alguna oportunidad y detenerse a mirar lo que por tanto tiempo deseó con todas sus fuerzas. Vivir libre.
—¡Oficial! —Angelina se arrastra en el adoquín de la calle alzando su mano para hacer señas y llamar la atención—. ¡Oficial!
Pero en vano sigue llamando.
Cuando oye su nombre otra vez se ha tambaleado.
“No tengo salida. Vendrá por mí.”
—Angelina, traidora —la voz emana esa ácidez con la que ha vivido durante meses.
—¡Por Dios! ¡Ayuda! —Angelina trata de correr con cojear. No obstante, casi siente su aliento sin ayudarla a respirar cuando oye la recarga de un arma.
Y voltea a mirar por el hombro.
Gabriel la está apuntando pero antes de siquiera dar un parpadeo, alguien la toma de la cintura, la empuja y queda encerrada de manera protegida de cualquier cosa que suceda en estos momentos. Otro tipo apunta a Gabriel y cuando vuelve a ver de quien se trata porque todo pasa demasiado rápido, es Giancarlo quien la aprieta contra sí como si de eso dependiera su vida.
—Agarrate fuerte.
Angelina jadea de sorpresa pero es esto o perder la vida por el odio de Gabriel.
Rodea el cuello de Giancarlo con fuerza, lo que aumenta el agarre aún más fuerte en su cuerpo: no dejará que el hombre frente a él le haga daño, al menos si lo que quiere es morirse.
—¡Suelta a mi esposa! —Gabriel exigen con impresión al ver que Giancarlo protege con su vida a Angelina.
—Me temo, sobrino, que ésta mujer nuna ha sido tuya. Baja el arma.
—¿¡Cómo te atreves?! ¡Sueltala!
—Baja el arma, Gabriel. No hagas que me arrepienta.
—Hijo de —Gabriel apunta otra vez y no lo piensa dos veces porque ha lanzado a disparar.
Y su grito se oye al instante.
No ha soltado el arma porque ha querido sino porque Giancarlo apuntó directo a su mano.
Angelina se aferra todavía más al cuerpo de Giancarlo porque lo que ahora le dedica este hombre es una protección que nunca antes ha sentido.
—Nos vamos, nena. Vendrás conmigo.
Angelina no suelta su cuello y tampoco quiere hacerlo. Para Giancarlo, Angelina sólo es una pluma y cargarla al carro es pan comido. La sienta en el carro.
—Dame tan sólo un momento-
Pero Giancarlo se detiene.
Angelina grita de sobresalto al oír un disparo y su pánico, con los ojos abiertos, observa que la bala ha alcanzado el cuerpo de Giancarlo.
Y lo ve caer al piso.
—¡Giancarlo! —Angelina grita para salir del carro y los guardias de Giancarlo salen también, protegiendo a su jefe.
—¡Jefe! —grita uno de sus mayores y leales servidores.
—Me dieron —gruñe Giancarlo al arrugar el rostro—, me dieron en la columna.
Cuando Angelina oye la voz de Giancarlo, bajo la dosis de la adrenalina y el susto, no puede creer lo que está escuchando.—¡Nos vamos, jefe! ¡Aguante! —y Benedetto, el guardia principal, levanta a Giancarlo mientras los demás siguen defendiendo con disparos al bando contrario.—¡Le dieron al jefe! ¡Retirada! Angelina es arrastrada por otro hombre mientras exige que la dejen ir con Giancarlo: la culpa la carome de pies a cabezas porque cree que la herida que ahora tiene Giancarlo es por culpa suya…se siente fatal y patalea cuando el guardia la aleja de Giancarlo, ya montado en el carro y preparándose los demás hombres para salir del lugar cuanto antes. —¡Tengo que ir con él! —le grita Angelina al guardia que la monta en el segundo carro—. Está herido-—¡Tranquilícese, señorita! El jefe será atendido cuánto antes. Sólo rece para que se salve —y éste hombre, quizás de su misma edad, arranca cuando ya hay otros tres hombres dentro del carro. El hombre joven se gira a verla y casi se qu
—Calmese, no es mi intención armar una guerra. No estoy aquí como enemiga —Angelina alza las manos tratando de buscar la mirada de Aurora—, lo juro por Dios.—No jures en vano —Isabella es la otra hermana de Giancarlo y está cruzada de brazos—, mi hermano está en una situación crítica y has dicho que intentó protegerte. Todo esto se hubiese evitado entonces si…pues…todavía no sé porqué estabas en el mismo lugar que mi hermano. Y eso se lo vas a decir a la policia.—Un momento —Angelina suelta de una vez con una impresión molesta—, el único culpable aqui es Gabriel porque me apuntó con una pistola. Es él a quien ustedes deben acusar-—Gabriel es nuestro sobrino —Magdalena se acerca a Angelina con los ojos abiertos—, la única extraña aquí eres tú y si a mi hermano le ocurre algo, Angelina, yo no sé qué es lo que harás pero de que te hago pagar, lo hago. La respuesta de Angelina es interrumpida por la puerta de la habitación. Todos se giran a verlo y uno de los guardias es quien se dir
Hay algo en los ojos de Giancarlo que la dejan sin aliento. La neblina en sus ojos le dicen que debe mantenerse alejada de él para no mancharlo con sus lágrimas. —No me iré —responde—, lo prometo, me quedaré. Tienes…—y vuelve a tocar su frente y luego su mejilla—, tienes que recuperarte, ¿De acuerdo? —Señorita —la enfermera llama detrás de su espalda—, el señor Mancini debe descansar. Alejarse de él sería como quitarse la tranquilidad para darle paso a la pesadez en los hombro, pero Giancarlo está en una situación crítica y no puede permitirse incomodarle. Asiente a la enfermera y se aleja, como si en vez de apagar el fuego, se estuviera incendiando. Es el peligro de estar cerca de Giancarlo. Angelina retrocede debido a la demanda de la enfermera y no es sólo por ella, sino por Benedetto que vuelve aparecer en la habitación para escoltarla fuera de lugar. Angelina se gira para tratar de verlo, y se encuentra con la nada. Y mientras las puertas se cierran su semblante se congela
La tensión es una bola de fuego que en cualquier momento incendiará todo a su paso. Necesita alejarse lo más que pueda de éste hombre que sólo emana poder, arrogancia, tentación y control. Algo que incita al peor de los pecados y una vez presa no volverá a ser igual. El problema aquí y ahora es que ya no lo es. El rostro a centímetros, la distancia de sus labios a sólo unos pasos y el calor de su cuerpo bajo su toque no es más que hechizante, pero si está en estos momentos frente a éste hombre no es más por ella misma: Giancarlo es el enemigo que debe destruir. Los dos toques de la puerta rompen el embrujo donde se había sumergido por varios segundos. Sólo basta oír otra vez el llamado a la puerta para separarse de Giancarlo, arreglar su vestido y aparentar total normalidad. —Lo que quieres es libertad —Giancarlo busca otro tabaco para encender. Luego deja caer el fuego que luego surge desde sus labios. Fácilmente Angelina puede confundirlo con el diablo—. ¿Es un trato?Y una vez
¿¡Cómo es capaz de no morir ahora?! Gabriel la tiene acorralada de repente y todo su pensamiento se eclipsa y se marcha de su mente. En el momento no sabe qué hacer porque su mente está tratando de no dejarla sola ahora ya que todo es repentino, sin dejarle la posibilidad de pensar.—Lo que me hiciste no tiene perdón ni de Dios —Gabriel la acorrala contra la columna sin dejar de apretar su muñeca—, soy la burla de la ciudad y del pueblo también. Lo que me hiciste —Gabriel actúa bajo los efectos de la rabia y es demasiado peligroso entablar una conversación teniéndolo de ésta manera—, lo vas a pagar muy caro.—¡Señor Gabriel! —grita Issie tomándose el rostro con horror al observar la escena.—Suéltame —Angelina clava sus uñas en los nudillos de Gabriel—, suéltame, Gabriel. O no respondo. Quítame las manos de encima —exige Angelina de inmediato—, ¿Quién te crees que eres para tratarme de esta forma? ¡Suéltame!—Quién diría que estabas esperando sacar las garras, pero sentenciaste tu pr
El grito que suelta Angelina repercute en todo el salón. No puede creer lo que ha sucedido. Gabriel disparó. Lo hizo. Y con eso el alma de Angelina salió de su alma pero el único motivo por sentirse que se ha quedado sin alma es porque la bala soltó pedazos de la columna a la izquierda, dejando un rastro del monolito tirado en la costosa cerámica. La maniobra de Giancarlo los aturdió tanto a Gabriel y a Angelina ya que Giancarlo giró el arma mucho antes de que Gabriel tirará de ella y también se la arrebató de sus manos antes de un parpadeo. Pero el disparo fue inevitable y el susto lo causó debido a la rapidez de los movimientos. ¿Qué carajos acaba de pasar?—No puedo creer esto —Isabella se pone sus uñas en el puente de su nariz. Angelina está demasiado petrificada para decir algo más y lo más probable es que no pueda hablar porque ésta situación se le ha salido de las manos. Sus piernas flaquean pero aún así observa a Giancarlo. Siempre es lo mismo con él porque aparenta e
Difícil es mantenerse de pie cuando la última persona en el mundo que había pensado que aparecería está frente a sus ojos.Genoveva De Santis es la primogénita de su abuela, y si su madre está aquí luego de todo lo que sucedió es porque algo tiene qué decir. ¿Sabrá lo de Giancarlo? ¿Sabe de su futuro matrimonio?—Madre —pronuncia entonces Angelina dándose la vuelta hacia ella—, ¿Cómo es posible que estés aquí?Genoveva observa a su hija con una afilada mirada que Angelina es incapaz de sostener y aparta el rostro para poder cesar sus mejillas rojas por la impresión.—¿Qué es lo que estabas pensando? —aún así su madre da pasos hacia ella. Nota a los escoltas, dos de ellos que están custodiando la seguridad de Genoveva. Madre e hija vuelven a verse—, no sabes…cómo está la reputación de los De Santis después de tu extraordinaria decisión —Genoveva lleva uñas rojas y un bolso de mano plateado y con una de sus uñas agarra la barbilla de Angelina—, ¿En qué pensabas? —está lo bastante cerca
Ahora que están unidos como marido y mujer las cosas han cambiado. Si Giancarlo acaricia su pierna es debido a la tensión que no pueden ocultar, pero no van a dejarse caer tan fácilmente. Aún recuerda las palabras de su madre “Mantente casta.” ¿No tocar a ningún hombre? ¿Qué es lo que hará ahora que tiene un esposo que es la tentación vuelta unos ojos, unos labios, un cuerpo mismo? No negará que desde que vio a Giancarlo meses atrás por primera vez hubo cierto destello dentro de ella que nunca antes había sentido. Nunca ha estado con un hombre como para experimentar de lleno lo que es entregarse a uno, y sentir esas sensaciones son demasiado nuevas para ella, y Giancarlo ha sido éste hombre que ha despertado una instigación a lo desconocido. Giancarlo emana poder, misterio y un estímulo indescriptible que tiene que guardarse para sí misma porque sigue siendo un Mancini. Ni siquiera lo piensa cuando coloca su palma en su pecho, y es clara la tensión sexual entre ellos pero ninguno es