Capítulo 33

—¿Laura? —dijo Elio, sorprendido, al verla entrar.

La mujer avanzó con paso firme, llevando de la mano a un niño de ojos brillantes.

—Así es como nos recibes, Elio. —Su voz estaba cargada de reproche—. Un año sin vernos, sin ver a tu hijo, ¿y esa es la cara de felicidad que pones?

Don José, que aún permanecía en el despacho, miró a su nieto y luego posó la vista en el niño. Se acercó con ternura y abrió los brazos.

—Ven aquí, mi bisnieto querido.

—¡Abuelo! —exclamó el pequeño corriendo hacia él—. ¿Cómo has estado?

—Bien, hijo, bien —respondió el anciano acariciándole el cabello—. Y tú, ¿cómo estás?

—También bien, abuelo.

Don José lanzó una mirada significativa a Elio y, tras un breve silencio, dijo con calma:

—Tengo que irme. Nos vemos en la mansión. —Se despidió con un gesto y salió del despacho.

Elio suspiró hondo, intentando ordenar sus emociones. Se inclinó hacia su hijo y le sonrió.

—Ven aquí, dame un abrazo.

El niño corrió a sus brazos y lo estrechó con fuerza.

—Te amo tanto, pa
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