Las piernas se le doblaron. Cayó pesadamente de nuevo en el sillón, pero el impacto hizo que la silla giratoria se desplazara hacia atrás, chocando contra la estantería. El mundo comenzó a dar vueltas. Su visión se llenó de puntos negros.
—Ós… Óscar… —Intentó gritar, pero de su garganta solo salió un susurro ahogado.
El dolor era insoportable. Sentía que se ahogaba en tierra seca. En su desesperación, intentó agarrarse del escritorio para no caer al suelo, pero su mano torpe barrió con todo lo que había en la superficie. La lámpara de bronce, el tintero de cristal y, lo más importante, el informe de ADN, cayeron al suelo con un estrépito sordo.
José se deslizó del sillón. Sus rodillas golpearon la alfombra persa y luego su cuerpo se desplomó de costado, quedando tendido entre los papeles desparramados. Desde el suelo, con la respiración convertida en un silbido agónico, sus ojos se clavaron en la hoja del informe que había quedado a pocos centímetros de su rostro.
Probabilidad de pate