— Sombras en el retrovisor
El cielo grisáceo anunciaba un día tenso, de esos en los que el aire parece más denso y las emociones se vuelven más pesadas. Cristina conducía rumbo a su oficina con la mente dispersa. Aún no lograba concentrarse después de una mañana llena de pensamientos turbios sobre Rubén. Apretaba el volante con fuerza, mientras el ruido del motor y el murmullo del tráfico la acompañaban en su silencio.
De pronto, algo llamó su atención.
Por el espejo retrovisor vio un auto negro, de vidrios polarizados, que parecía seguirla desde hacía varias cuadras.
Frunció el ceño.
“No puede ser…”, murmuró, intentando convencerse de que era solo una coincidencia. Tal vez el conductor simplemente tomaba la misma ruta. Respiró hondo y trató de ignorarlo, enfocándose en la carretera.
Sin embargo, cuando dobló hacia la avenida principal, el mismo vehículo hizo el mismo giro, manteniendo la distancia exacta detrás de ella. Cristina sintió una corriente fría recorrerle la espalda. Trató