Abro los ojos con sobresalto y miro alrededor para respirar más tranquila al ver a Renzo dormido.
Me enderezo en el sofá junto a la cama y ahogo un bostezo, me pongo de pie para ir al baño y lavarme el rostro, para de esta manera espantar el sueño.
La noche es algo larga debido a las molestias de Renzo. Está huraño, y hastiado de estar en la cama.
¡Por Dios! Solo tiene unas horas en ella.
Solo acepta quedarse en cama, cuando se pone en pie, y se va a un lado.
Es como si estuviera lidiando con un niño.
Me ocupo de mis necesidades y salgo del baño para encontrar a Renzo despierto.
—¿Cómo te sientes?
—Mejor.
Lo miro con escepticismo.
—Me duele la espalda y la pierna izquierda— gruñe.
—Eso está mejor —espeto —Esperemos que el doctor venga a verte y podremos partir.
Mi respuesta parece apaciguarlo.
Efectivamente, cuando el médico entra a la habitación y valora su estado, le indica a la enfermera que se encargue del alta médica.
—Ya escuchaste al doctor. Necesitas descansar— le recuerdo.
—E