Capítulo 83. El reflejo en el espejo de la desconocida.
El amanecer llegó con el canto insistente de un gallo y un rayo de sol crudo, sin filtrar, que atravesó la pequeña ventana de madera y le golpeó los párpados con una intensidad brutal.
Lyanna abrió los ojos.
Su primera reacción fue un gemido. El dolor no estaba localizado en un solo punto; era un mapa completo de su cuerpo. Le dolían las costillas al respirar, le ardían las plantas de los pies y sentía un martilleo sordo en la sien derecha, justo donde la venda áspera tocaba su piel.
Intentó girarse, buscando la frescura de unas sábanas de hilo egipcio que su piel recordaba vagamente, pero sus dedos encontraron una colcha de lana que picaba y olía a naftalina y a humo de leña.
Se incorporó de golpe, ignorando el mareo que hizo que la habitación diera vueltas.
—¿Dónde…? —su voz salió como un graznido seco.
Miró a su alrededor. Paredes de madera desnuda, oscurecidas por el tiempo. Un crucifijo de latón sobre la puerta.
Una mesa de noche que era, en realidad, una caja de frutas barnizad