Capítulo 58. La verdad que quema.

El cuerpo de Lena se tensó.

Sus ojos se abrieron como si alguien acabara de arrancarle el aire del pecho.

—¡Eso es mentira! No pudiste divorciarte de mí ¿Cómo… lo hiciste? ¿Cómo pudiste divorciarte si no estaba para firmar? —farfulló—. ¡Eso no es posible! ¡Eso no puede ser legal! Estás tratando de engañarme.

Ares ladeó la cabeza, estudiándola.

—Lamento contradecirte. Se puede, sobre todo cuando tus infidelidades quedaron demostradas con pruebas que guardé y presenté ante el tribunal al igual que demostré tu reiterado abandono.

Ella retrocedió, resbalando un poco con el agua en el piso.

—¿Qué infidelidad? —logró decir, tratando de recomponer la voz.

Ares soltó una risa seca.

—Lena… por favor. ¡No seas tan cara dura! Siempre me fuiste infiel y yo lo supe. Y si no te lo reclamé es porque no me importaba… pero me cansé de seguir con el teatro.

La mujer tembló. Su mandíbula apretada se movió de un lado a otro, como si buscara una mentira que encajara.

—Tú no tienes pruebas de nada —escupi
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