Capítulo 5. No estoy jugando.
Lyanna se despertó con el sonido de tacones golpeando el suelo de mármol.
Al principio creyó que soñaba, hasta que escuchó una voz femenina, aguda y empalagosa, romper el silencio de la mañana.
Se incorporó en la cama. El corazón se le encogió.
No necesitó asomarse para saber quién era.
Greta.
Se levantó despacio, se duchó, se vistió y salió de su habitación. Justo cuando pasaba por el frente de la habitación de Ares, la puerta se abrió.
Y salió Greta de la habitación de Ares, con una bata de seda y una taza de café en la mano.
Su sonrisa era la de quien sabe que tiene poder.
El cabello perfectamente revuelto, el gesto estudiado.
Y ese aire de “yo pertenezco aquí” que se te clava en la piel.
Greta, al ver a Lyanna, se detuvo. Una sonrisa lenta, llena de malicia y satisfacción, se extendió en su rostro.
—Buenos días, señora Valerián —saludó, alargando el "señora" de forma despectiva—. Qué temprano se levanta. No te oí salir de tu habitación —dijo, sonriendo con fingida sorpresa—. ¿Dorm