Capítulo 38. La sombra de la duda.
El amanecer llegó, pero no trajo luz al secreto que ahora consumía a Ares. Acarició la mejilla de Lyanna, dormida a su lado, con una ternura casi reverente. La sábana apenas cubría sus cuerpos desnudos.
La palabra que resonaba en su mente era una condena: Virgen.
No importaba la fama de Lena, no importaba la traición esa no era importante; pero esta mujer, la gemela de Lena, si importaba. Lyanna, era pura. Era suya. Y por ese secreto, él estaba dispuesto a ir a la guerra y enfrentarse a todos.
No iba a permitir que se fuera de su lado, así tuviera que vivir una mentira para siempre.
El hambre en su estómago era tan fuerte como el deseo renovado por ella.
Se deslizó fuera de la cama con sumo cuidado. Lyanna gimió en sueños y él se detuvo, asegurándose de que siguiera dormida.
Necesitaba café. Y comida. Y luego, volver a ella.
La madrugada pintaba el cielo de un azul pálido cuando Ares, descalzo y con solo un pantalón de pijama, bajó sigilosamente a la cocina.
Una sonrisa tonta se le