La madre enarcó una ceja, su pequeño demonio golpeado y todo no perdía su esencia.
— ¿Dime cuando te he mentido?
— Hmm... Nunca, pero no quiero volver a la escuela y ver que esos niños abusadores siguen ahí, si es así mejor cambienme de colegio.
— Tu padre, con la ayuda de tu tío Adriano, y tus abuelos, ah, y con la ayuda de servicios infantiles, enviaron a esos tres estudiantes a un internado especial donde permanecerán encerrados y tratados por psicólogos y psiquiatras, eso para que en el futuro no se conviertan en delincuentes... Más de lo que ya son.
— Me alegra que ya no estén más ahí, así no podrán hacer más daño a otros.
— Señores Lombardi, les tengo una buena noticia. — El médico encargado de cuidados intensivos infantiles, interrumpió la conversación.
— ¿Qué de bueno puede haber en esto? — Respondía el huraño niño.
— Pues para que veas que si hay algo. Vamos a sacarte de aquí, es evidente que estás delicado, tienes una costilla rota que tendremos que espera